Autor: Juan José Dobles
“Sólo los locos o imbéciles podrían contemplar sin horror el siglo veinte.” Con estas palabras el Profesor J.R.R. Tolkien comentaría una de las experiencias más duras de su vida: su servicio militar durante la Primera Guerra Mundial. Los días que pasó en las trincheras lo llevarían a preguntarse constantemente sobre la naturaleza del bien y el mal en el ser humano. Una pregunta que rondaría a toda una generación traumatizada por la violencia y los espantos sufridos durante el conflicto bélico que dio inicio a una nueva era en las artes de la guerra.
La Primera Guerra Mundial fue la culminación de una larga carrera armamentista que enfrentó a las grandes potencias comerciales del mundo colonial a lo largo del siglo XIX. Ya a principios del siglo XX las tensiones diplomáticas habían sufrido una escalada provocada por los intereses coloniales de Alemania, Francia y Gran Bretaña en África, el auge del nacionalismo principalmente en Europa Central y Sudoriental, el deseo de desquite de Francia por su derrota en la guerra franco-prusiana y las presiones de Rusia sobre los estrechos de Bósforo y Dardanelos bajo el poder del Imperio Otomano. El primer disparo se escuchó el 28 de junio de 1914, cuando el Archiduque del Imperio Austro-húngaro Francisco Fernando fue asesinado en Sarajevo por un nacionalista serbio. Austria le declaró la guerra a Serbia, mientras que Alemania, aliada a los austriacos, le declaró la guerra a Rusia y a Francia, aliados de Serbia. El 4 de agosto de ese año Alemania violó el territorio belga en un intento por atacar a Francia por el norte, provocando el ingreso de Gran Bretaña en la contienda. En poco tiempo el sistema de alianzas había arrastrado a todas las naciones del continente europeo y al Imperio Otomano dentro de la guerra, la cual se extendió a las colonias europeas en África y Asia.
En 1914 Tolkien disfrutaba sus estudios universitarios y su relación romántica con Edith Mary Bratt, quien había accedido a casarse con él a inicios de 1913. Edith fue bautizada dentro del catolicismo a inicios de año. Desde 1912 Tolkien había recibido entrenamiento mientras formaba parte del Regimiento de Caballería de la King Edward´s School. Al estallar la guerra, Tolkien, su hermano y sus amigos del Tea Club of the Barrovian Society (Christopher Wiseman, R.Q. Wilson y Geoffrey Bache Smith) se enlistaron en el ejército. Sin embargo, Tolkien deseaba terminar sus estudios académicos antes de marchar hacia el frente de batalla. Para cuando el joven Tolkien concluye sus estudios en junio de 1915, varios de los colegios de la Universidad de Oxford funcionan como centros de entrenamiento y hospitales. La población universitaria se ha reducido abruptamente. En julio de ese año comienza su entrenamiento con el 13º Batallón de Fusileros de Lancashire. Allí es instruido como mensajero debido a su facilidad con los idiomas. El 22 de marzo de 1916, al concluir su entrenamiento y ante la inminente orden de enviarlo al Frente Occidental, Tolkien y Edith contraen matrimonio.
El 4 de junio el batallón de Tolkien es enviado a Francia, a la región de Somme. Tolkien es designado Oficial de Información. Allí conoce “el horror animal de la guerra”.
Mucho se ha dicho en nuestros días sobre la Segunda Guerra Mundial, por lo que gran parte de los horrores de la Primera Guerra han quedado trágicamente en el olvido. Para finales de 1914 la guerra de movimiento y avance propuesta por los altos mandos de las potencias había fracasado. El Frente Occidental se estancó en una espantosa guerra de trincheras en la cual nadie lograba ganar terreno. Las condiciones sanitarias eran paupérrimas. Las enfermedades se extendían con facilidad entre los soldados. Algunos historiadores consideran que en Europa perecieron tantos soldados víctimas de las balas como de las enfermedades.
Además, la Primera Guerra Mundial marcó el inicio de la guerra mecanizada, para la cual ninguna nación demostró estar preparada. La ametralladora provocó estragos en el sistema de formaciones utilizado por los ejércitos hasta ese entonces. La caballería también vería pronto su ocaso, eclipsada por la introducción de vehículos de tipo automotor dentro de los frentes de batalla. La artillería evolucionó en poderío, gracias a cañones de largo alcance que permitían bombardear áreas enteras con resultados devastadores. La fuerza aérea también entra en escena y si bien es cierto su uso no fue tan extendido como en la Segunda Guerra Mundial, pilotos como el afamado Barón Rojo alemán se constituyeron en verdaderos nazgul de acero que infundían terror en las tropas de tierra. Pero el mayor horror de la contienda fue la utilización masiva de armas químicas como el Gas Mostaza: nubes de muerte se extendieron por los frentes de batalla asfixiando a los soldados.
Tolkien trata de sobrevivir a la locura que lo rodea escribiendo en sus cuadernos de notas. Algunos de estos bocetos formarán parte de varias de las historias de El Silmarillion. Recibe con regularidad correspondencia de sus amigos en el frente, principalmente Christopher Wiseman y G.B. Smith. De este último recibe una carta que es fundamental en el desarrollo posterior del Profesor Tolkien:
“…estoy seguro que la muerte de uno de esos miembros no puede disolver al TCBS… no puede poner fin a los cuatro inmortales… Es un descubrimiento que comunicaré… antes de salir esta noche… que Dios te bendiga… Que digas las cosas que yo intentaba decir cuando yo no esté para decirlas, si esa es mi suerte.”
Esta es la última carta de Smith antes de morir en el frente de batalla.
Pero la guerra aún no había mostrado lo peor. A mediados de 1916 Alemania lanza una ofensiva sobre Verdún y avanzan hacia el Somme. El ejército británico bombardea las posiciones enemigas para detener el avance. La contraofensiva se completa con la aparición de una novedosa arma aliada: los tanques de guerra. La imagen de estos enormes vehículos blindados capaces de avanzar destruyendo las posiciones defensivas y disparando su cañón indiscriminadamente provoca el terror entre los soldados. Esta sensación será plasmada por Tolkien en sus obras con la aparición de los dragones de Melkor en los frentes de batalla de Beleriand.
La contraofensiva inglesa tiene éxito a finales de año pero Tolkien ya no está en el frente. Aquejado por la “fiebre de trincheras”, una infección contagiada por pulgas y piojos, Tolkien es enviado de regreso a Inglaterra el 8 de noviembre. No ha sufrido ninguna herida, pero los recuerdos de las trincheras lo sumen en profundas depresiones. La muerte de varios de sus amigos del TCBS agrava su larga convalecencia. Edith se muda para estar cerca de él. A principios de 1917, aún convaleciente, Tolkien escribe el primer relato del “Libro de los Cuentos Perdidos”: La Caída de Gondolin, en el cual se narra la trágica pérdida de la ciudad más hermosa de los elfos durante la Primera Edad, aplastada por las tropas del terrible Señor Oscuro Melkor bajo el comando de su lugarteniente Sauron.
Tolkien no regresa al frente de batalla. La guerra termina en 1918. Tolkien no reclama las medallas que le corresponden por su participación en el Frente Occidental ni su pensión por incapacidad. Su patriotismo lo hace considerar que solamente cumplió con su deber.
De la guerra emergen muchos de los temas que han de moldear sus historias posteriores: la lucha por la supervivencia, la pérdida y el dolor por los amigos caídos, el heroísmo de los más humildes, la camaradería como baluarte ante la desesperanza. En El Señor de los Anillos, su descripción del sufrimiento y valentía ante la tragedia de la guerra nos rememoran sus propios recuerdos de Somme. Si bien es cierto que la historia de la Guerra del Anillo se consolida durante la Segunda Guerra Mundial, es la Primera Guerra la que inspira a Tolkien cuando escribe sobre la determinación de los rohirrim en el Abismo de Helm o la valentía de los gondorianos durante el sitio a Minas Tirith.
La Fe y la Esperanza sobresalen siempre en sus textos, aún en los momentos más oscuros. Estos son los valores que le permitieron al Profesor Tolkien sobrevivir a las trincheras, y por tanto son los valores que ayudan a sus personajes de Tierra Media. Tolkien fue testigo de actos de gran coraje y valentía, muchas veces realizados por los soldados de origen más sencillo. No es coincidencia que podamos encontrar estas características en el humilde Samsagaz Gamyi.
Pero Tolkien también tomó conciencia del hecho de haber sobrevivido a la guerra. Al final, la Primera Guerra Mundial truncó la vida a cerca de 9 millones de personas en tan solo 4 años. Tolkien sentía que tenía una deuda con la vida misma y con aquellos cuya luz se vio apagada entre el lodo de las trincheras en toda Europa. En 1918, junto con Christopher Wiseman, edita y publica el libro “A Spring Harvest”, una recopilación de la obra poética de su amigo G.B. Smith.
“Todos muertos, todos putrefactos. Elfos y hombres y orcos. La Ciénaga de los Muertos. Hubo una gran batalla en tiempos lejanos, sí, eso le contaron a Sméagol cuando era joven, cuando yo era joven y el Tesoro no había llegado aún. Fue una gran batalla. Hombres altos con largas espadas, y Elfos terribles, y orcos que aullaban. Pelearon en el llano durante días y meses delante de las Puertas Negras. Pero las ciénagas crecieron desde entonces, engulleron las tumbas; reptando, reptando siempre.” (El Señor de los Anillos, Las Dos Torres, A Través de las Ciénagas)