domingo, 30 de noviembre de 2008

Un Sueño Recurrente

Autor: Juan José Dobles

El auge y la caída del Reino de Númenor es uno de los relatos más importantes de la historia de Tierra Media, según la concepción que el Profesor JRR Tolkien creó dentro de su obra literaria. A través del legado de los numenoreanos Tolkien describe la capacidad del ser humano de lograr grandes obras pero también de corromperse y caer en desgracia. Pero lo interesante de este relato es que tuvo su origen en una pesadilla que acosó a Tolkien cuando era niño: una ola inmensa que se precipitaba inundándolo todo y aproximándose hasta un precipicio desde donde él contemplaba atemorizado.

Quizás este sueño tuviese que ver con un suceso ocurrido en el año mismo de nacimiento del Profesor. En 1892 una inundación impresionante destruyó zonas enteras de la ciudad de Bloemfontein en el entonces Estado Libre de Orange (actual Sudáfrica), en donde vivían los padres de Tolkien. Este desastre, aunque ocurrió cuando el Profesor aún era muy pequeño, era relatado con cierta frecuencia por su madre Mabel, a quien la destrucción provocada la conmovió. Puede que estos relatos maternos influyeran en el niño a crear una imagen extraordinaria del hecho.

Ya adulto Tolkien relataría que aquel sueño era el único que lo hacía despertarse por las noches, y que su significado siempre lo había intrigado, en parte debido a que él había conocido a personas que relataban sueños recurrentes muy similares. Puede que esto fuera lo que lo impulsó a plasmar su sueño en “El Retorno del Rey” (tercer libro de la trilogía de El Señor de los Anillos), descrito por Faramir a Eowyn durante su conversación en las Casas de Sanación de Minas Tirith, y relacionado con la historia de Númenor:

“-Esto me recuerda a Númenor –dijo Faramir, y le asombró oírse hablar.
-¿Númenor? –repitió Eowyn.
-Sí –dijo Faramir -, el país de Oesternesse que se hundió en los abismos, y la enorme ola oscura que inundó todos los prados verdes y todas las colinas, y que avanzaba como una oscuridad inexorable. A menudo sueño con ella.”

(Capítulo 5: El Senescal y el Rey, El retorno del Rey)

En las versiones fílmicas de Peter Jackson, el equipo de producción consideró que este relato era de gran importancia por ser un sueño del propio Tolkien. Sin embargo, los guionistas no supieron donde colocarlo para que funcionara dentro de la trama de la película. Es por ello que sólo aparece en la versión extendida de El Retorno del Rey, y sus protagonistas ya no son Faramir y Eowyn, sino Eowyn y Aragorn, además de que quien tiene el sueño es ella.

Pero Tolkien también relaciona su isla de Númenor con uno de los mitos más fascinantes de la antigüedad: el de la Atlántida, el continente perdido descrito por Platón en dos de sus diálogos más importantes (el Timeo y el Critias), recogidos en su obra “La República”. En estos diálogos Critias describe los orígenes y la forma de la Atlántida a Sócrates y sus invitados. Critias habría aprendido la historia del legislador ateniense Solón, quien a su vez la aprendió de varios sacerdotes de Heliópolis en Egipto, según narra Plutarco.

La Atlántida era un reino poderoso que fue destruido en el año 9550 aC. Se ubicaba en el océano Atlántico, más allá de los Pilares de Hércules, nombre dado por los antiguos griegos al Estrecho de Gibraltar.

"Era una isla mayor en extensión que Libia y Asia, y que después del hundimiento por un terremoto, se convirtió una barrera infranqueable de fango, que por lo tanto, impidió que los viajeros navegaran a cualquier parte del océano." (109)

La Atlántida era un territorio bajo la custodia de Poseidón, dios de los mares. Nueve mil años antes de Critias hubo una guerra entre el Imperio Atlante y las ciudades helénicas, la cual condujo a la conquista de todo el mediterráneo por parte de los ejércitos griegos. La Atlántida se ganó entonces el enojo de Poseidón, quien destruyó la isla con varios terremotos de gran intensidad y una enorme inundación (quizás una ola gigante) que arrasó con la ciudad principal o Isla Acrópolis.

Platón afirmaba que esta era una historia verdadera, pero Aristóteles aseguró después que no era más que una “utopía alegórica”.

Desde la antigüedad se han planteado muchas teorías sobre la veracidad del mito de la Atlántida, intentando relacionar a los atlantes con culturas tan diversas como la egipcia, la maya, la azteca, la nórdica e incluso la tibetana. Sin embargo, la teoría más aceptada ve en el relato de la Atlántida la huella de la destrucción de la civilización minoica producto de la potente explosión de un volcán en la isla de Santorini alrededor del 1640 aC, la cual produjo un poderoso tsunami en la cuenca este del Mediterráneo.

Es evidente que como conocedor y amante de las mitologías antiguas, Tolkien sentiría una fascinación especial por esta historia, en parte porque asemeja a una narración de la tradición cristiana ampliamente conocida: la del Diluvio Universal.

La idea de una masa de agua impresionante que anega el mundo en nombre de los dioses, destruyéndolo pero también limpiándolo, no es de reciente concepción. Una de las primeras referencias escritas procede del texto mesopotámico “Gilgamesh”, quizás el relato mítico más antiguo que se ha encontrado hasta ahora. En él, los dioses deciden destruir a la humanidad debido a sus muchas faltas. Pero existe una diosa que se opone a tal castigo: Ea. Por tanto decide aparecérsele a Uta-na-pistim, héroe de la historia, advirtiéndole de la pronta destrucción y dándole instrucciones para que construya un barco con el cual pueda escapar junto con sus allegados. Uta-na-pistim utiliza un ave para darse cuenta si las aguas están bajando, aunque los estudiosos no han logrado descifrar si esta ave es una paloma, un cuervo o una golondrina.

Las similitudes con el mito judeo-cristiano del diluvio han permitido a algunos antropólogos afirmar el posible aprendizaje de este relato por parte del pueblo hebreo durante su cautiverio en Babilonia. El relato judeo-cristiano se encuentra descrito en el libro del “Génesis”, y en él se describe como la advertencia de Dios recae sobre Noé, quien construye una enorme arca en donde da refugio a una pareja de cada especie animal. Tras la gigantesca inundación, el arca logra tocar tierra sobre la cima del monte Ararat, en territorio turco cercano a la frontera con Armenia.
En el “Libro de Enoc” (uno de los llamados textos apócrifos judíos), se dice que el diluvio fue enviado por Dios no sólo para castigar a los hombres por sus malas obras, sino también a un grupo de ángeles rebeldes conocidos como Vigilantes, quienes habían engendrado con mujeres una estirpe de terribles gigantes llamados Nephilim.

Actualmente se cree que el relato del Diluvio Universal puede tener su origen en una poderosa inundación que afectó toda la cuenca del Mar Negro al final de la última era glacial, cuando la barrera que mantenía al Mar Negro separado del Mediterráneo cedió, permitiendo el paso de una poderosa masa de agua que inundó grandes extensiones de tierras cercanas.

Pero el misterio del Diluvio aún se mantiene debido a muchas otras culturas que narran grandes inundaciones en el inicio de los tiempos.

Para los nórdicos habría sido producto de la guerra entre los Ases y los Vanes contra los Gigantes. Los griegos también refieren una terrible inundación lanzada por Zeus contra los hombres en castigo por su violencia y engreimiento. En la India las Escrituras Védicas cuentan del gigantesco pez Matsya (uno de los Avatar de Vishnú) quien advirtió a Manu de la pronta crecida del Océano Universal. El pueblo mapuche de chile cuenta de la inundación de todas las tierras producto de la mítica lucha entre las dos serpientes Trentren Vilu y Caicai Vilu. Mayas y aztecas refieren la destrucción de los Hombres de Madera debido a una gran ola enviada por los dioses que los consideraron demasiado imperfectos, mientras que en la región andina se han recopilado hasta quinientas leyendas referentes al Diluvio Universal.

Sea cual sea el mito, existen elementos que se repiten y aparecen también en la historia de Númenor. En primer lugar, está la necesidad de provocar tal nivel de destrucción por parte de una fuerza divina para limpiar un mundo que ha sido corrompido por la maldad y el egoísmo. En segundo lugar, existe un elemento de esperanza en unos pocos justos y fieles que logran escapar de la destrucción debido al sabio consejo y que llevan con ellos la semilla de un mejor futuro que mantendrá vivo el recuerdo de tan terrible evento, pero también el recuerdo de haber sido salvados como parte de una segunda oportunidad para la humanidad. De esta manera mediante Elendil, Tolkien reafirmaba en su obra ese pacto entre Dios y Noé que fundamenta la tradición cristiana de confianza y fe. Un pacto que también vemos en otras culturas gracias a héroes como Uta-na-pistim o Manu.
Se podría afirmar que la historia de la gran ola destructora no era solamente un sueño recurrente de Tolkien, sino también de toda la humanidad a lo largo de los siglos. Y al igual que los héroes de Tolkien en la Tercera Edad, todos nosotros en algún momento nos hemos sentido nostálgicos por esas historias antiguas de grandes continentes perdidos e inundaciones de proporciones inimaginables que nos hacen estremecer en nuestros sueños. Quizás un recuerdo en nuestro inconsciente colectivo de la hermosa y lejana Atalantë.