jueves, 30 de julio de 2009

Morwen Eledhwen: Una Madre Excepcional

Autores: Juan José Dobles y Will Mora
De entre todos los personajes femeninos creados por J R R Tolkien dentro de su obra, Morwen Eledhwen, madre de Túrin Turambar, ha alcanzado un lugar especial en la literatura universal, al lado de las protagonistas de grandes tragedias clásicas como Clitemnestra, Electra y Medea. En Morwen encontramos un personaje firme ante un destino terrible que alcanzó uno por uno a cada miembro de su familia. Su historia es de sufrimiento y dolor, pero también de fuerza y temple.

Morwen nació en Dorthonion dentro de la heroica Casa de Bëorn. Era hija de Baragund, nieta de Bregolas, y por tanto pariente cercana de Beren Erchamion. Era alta de talla y de cabellos oscuros. Se dice que había tanta luz en su mirada y que su rostro era tan hermoso que los Hombres comenzaron a llamarla Eledhwen, "la de élfica belleza". Pero su temple era algo severo y orgulloso y no mostraba interés por hombre alguno de Dorthonion. Allí vivió hasta el desastre de la Dagor Bragollach, cuando Morgoth quebrantó el sitio de Angband y tomó el control de aquellas tierras. Junto con muchos refugiados huyó hasta Dor-Lómin, y se dice que desde entonces una nostálgica tristeza se asentó en lo profundo de su mirada.

En Dor-Lómin la conoció Húrin, Señor del país, quien pronto se enamoró de ella y la cortejó. Morwen se casó con Húrin y le dio un hijo en el año en que Beren llegó a Doriath y conoció a Lúthien Tinúviel. Este primogénito fue llamado Túrin. Dos años después Morwen le dio también una hija a quien llamó Urwen, pero todos los que la conocieron la llamaron Lalaith, que significa “Risa”. Pero quiso el destino que Lalaith viviera poco y le fuera arrebatada a sus padres por las terribles garras de la Peste cuando apenas tenía tres años. Grande fue el dolor de Morwen y también el de Túrin, quien amaba tanto a su pequeña hermana. Y era aún mayor el dolor pues la Peste era obra de Morgoth.

Durante la infancia de Túrin, fue Morwen quien lo crió y educó, pues su padre pasaba largos períodos fuera de casa con el ejército de Fingon que guardaba las fronteras orientales de Hithlum. Cuando Túrin tenía ocho años se comenzó a hablar de una guerra total contra Morgoth. Húrin traía noticias alentadoras a casa desde el frente y le contaba a su familia de los planes que Maedhros concretaba con los demás señores élficos. Y aunque Morwen no contradecía a su esposo, su corazón se afligía pues su pueblo conocía muy bien el Hado de los Noldor.

Fue así como Húrin partió a la guerra y fue capturado por Morgoth en la Nirnaeth Arnoediad. Morwen, quien estaba embarazada de su tercer hijo, se quedó sola con el pequeño Túrin mientras el Señor Oscuro les cedía Dor-Lómin a los Orientales para que esclavizaran a sus habitantes. Temiendo por la vida de su hijo, Morwen decidió enviarlo a Doriath, a la corte del Rey Thingol, en compañía de algunos de sus sirvientes. Su hijo le pidió a Morwen que también fuera con ellos, pero ella aún esperaba que Húrin volviera y debido a su embarazo una travesía tan larga hubiese sido fatal.

Así fue como Túrin abandonó Dor-Lómin, y Morwen se quedó sola y apesadumbrada. Pero los Orientales la dejaron en paz, pues ella les inspiraba temor y creían que era una bruja con amistad de los demonios blancos, como llamaban a los elfos.

A principios del año que siguió a la partida de Túrin, Morwen dio a luz a una niña, a la que llamó Nienor, que significa “Luto”. De la vida de Morwen en Dor-Lómin tras la partida de Túrin se sabe muy poco. Entre lo que se conoce sabemos que tenía la ayuda de Aerin, una pariente de Húrin que había sido obligada a casarse con un oriental de nombre Brodda, quien proclamaba el señorío sobre todas aquellas tierras. Posiblemente el orgullo de Morwen la hubiese movido a rehusar tal ayuda, pero la situación era terrible y debía velar por el bienestar de su pequeña niña.

También se sabe que Thingol mantuvo contacto con Morwen durante largo tiempo mediante mensajeros secretos, hasta que los mensajeros ya no regresaron a Doriath y Thingol ya no envió más. A través de este canal Morwen había logrado enviarle a Túrin el Yelmo de Hador.

Muchos años pasaron, y Morwen no huyó de Dor-Lómin hasta que el camino hasta Doriath fue nuevamente seguro y Nienor tuvo la edad suficiente para hacer el viaje. Esta calma era producto de la valentía de Mormegil de Nargothrond, quien no era otro que Túrin que ya había pasado por grandes desventuras producto de la maldición que Morgoth lanzara sobre los hijos de Húrin.

Morwen fue a Doriath, donde supo que su hijo se había ido hacía años y que su paradero era incierto. Grande fue el dolor de Morwen, quien esperaba reunirse por fin con su primogénito. Thingol y Melian acogieron a madre e hija con honores dentro de su Corte, mas el paradero desconocido de su hijo nunca dejó de angustiar a Morwen.

Fue entonces cuando Túrin dirigió al ejército de Nargothrond contra las tropas de Morgoth que invadían desde el norte. Pero en el campo de Tumhalad el gran gusano Glaurung los aplastó con facilidad, y Nargothrond fue saqueada, y Túrin se dirigió desesperado de vuelta a Dor-Lómin, pues las mentiras del dragón le hicieron creer que su madre y hermana aún estaban allí y corrían gran peligro.

Después de la caída de Nargothrond muchos refugiados llegaron a Doriath, y así supo Morwen que Mormegil no era otro más que Túrin. Y desesperada, decidió ir a la ciudad en ruinas esperando saber algo de él, aún en contra de los sabios consejos de Thingol y Melian. Thingol envió entonces un grupo de guerreros al mando de Mablung para que escoltaran a la dama. Pero entre aquellos guerreros se escondió Nienor que fue en pos de su madre. Al revelarse la presencia de la joven dentro del grupo, Morwen le ordenó regresar a Doriath, pues sabía que el viaje era peligroso. Nienor se negó a obedecer insistiendo en no dejar sola a su madre. Así fue como Mablung tuvo que aceptar llevar a ambas mujeres, y como poco a poco el siniestro destino que Morgoth lanzara sobre la familia de Húrin comenzaba nuevamente a hilar la tragedia.

Al acercarse a Nargothrond, Mablung condujo al grupo hasta Amon Ethir, la Colina de los Espías, y allí le pidió a Morwen y su hija que aguardaran mientras él iba a las ruinas de la ciudad para ver si eran seguras. Junto con ambas mujeres se quedaron 10 guardas cuya misión era protegerlas.

Pero Glaurung todavía estaba en la ciudad y al ver al grupo reunido en la colina, salió de su oscuro refugio y los atacó en medio de una intensa niebla. Muchos guerreros fueron malheridos y otros murieron cuando sus caballos corrieron enloquecidos ante la arremetida del dragón. El caballo de Morwen también enloqueció y salió corriendo en medio de la niebla, y nadie la vio de nuevo más que una sola vez.

Del paradero de Morwen tras el ataque de Glaurung no existe pista alguna. Y su desaparición y la pérdida de Nienor en el bosque fueron lloradas en Doriath, y Melian supo entonces que Morgoth era el responsable de aquellas desgracias.

Pero estas no fueron las últimas. Y el cruel destino de los Hijos de Húrin por fin llevó a la muerte a Nienor y Túrin, como se narra en la Narn I Hin Húrin. Y una roca fue levantada en Cabed-en-Aras, rememorando la tragedia de ambos hermanos. Y el lugar fue llamado desde entonces Cabed Naeramarth.

Húrin finalmente fue liberado después de veintiocho años de cautiverio. Anciano y lleno de dolor, pues Morgoth le había mostrado el destino de sus hijos, vagó por Hithlum y las Crissaegrim. Y allí en sueños escuchó la voz de Morwen que lo llamaba desde el bosque de Brethil. Por tanto se dirigió a aquel lugar. Llegando a Cabed Naeramarth, vio la piedra marcando el lugar de la muerte de sus hijos.

"Pero Húrin no miró la piedra, pues sabía lo que allí estaba escrito; y además había descubierto que no se encontraba solo. Sentada a la sombra de la piedra había una mujer, inclinada y de rodillas; y mientras Húrin la miraba en silencio, ella echó atrás la destrozada capucha y levantó la cara; tenía el pelo cano y era vieja; pero de pronto las miradas de los dos se encontraron, y él la reconoció porque aunque había espanto y frenesí en los ojos de ella, aún conservaba la luz que mucho tiempo atrás le había ganado el nombre de Eledhwen, la más orgullosa y bella entre las mujeres mortales de antaño.
-Has venido por fin -dijo ella-. He esperado demasiado.
-El camino era oscuro. Vine como me fue posible -respondió él.
-Pero has llegado demasiado tarde -le dijo Morwen-. Se han perdido.
-Lo sé -dijo él-. Pero tú no.
Pero Morwen dijo: -Casi. Estoy agotada. Me iré con el sol. Queda poco tiempo ahora: si lo sabes, ¡dímelo! ¿Cómo llegó ella a encontrarlo?
Pero Húrin no respondió, y se sentaron junto a la piedra y no volvieron a hablar; y cuando el sol se puso, Morwen suspiró y le tomó la mano, y se quedó quieta; y Húrin supo que había muerto. La miró en el crepúsculo, y le pareció que las líneas trazadas por el dolor y las crueles penurias se habían borrado en el rostro de Eledhwen...
...Se dice que un vidente y arpista de Brethil llamado Glirhuin compuso un canto en el que decía que la Piedra de los Desventurados nunca sería mancillada por Morgoth, ni nunca caería, aun cuando el mar anegara la tierra, como en verdad más tarde acaeció; y todavía Tol Morwen se yergue sola en el agua más allá de las costas que fueron hechas en los días de la cólera de los Valar.”

(El Silmarillion, De la Ruina de Doriath)

miércoles, 29 de julio de 2009

AFATH, nueva referencia a una Fantasía Costarricense

Sergio Loria

Saludos a todos los visitantes de la posada. estoy muy contento de por fin presentarme como miembro activo de MAAT. Espero que esto se vuelva un acto regular, y que podamos siempre compartir impresiones sobre este campo tan extenso y provechoso como es la fantasía.

que mejor forma de empezar que con la reseña de lo que considero un logro importante dentro de este ámbito a nivel local: AFATH 1 El nacimiento de un mago, novela escrita por el joven costarricense Michael Brado
, y publicada recién este año por uruk editores.

La novela se desarrolla en una tierra llamada Monsmar, que se ve amenazada por el creciente poder de un hombre misterioso llamado Kárval. nadie sabe que el poder de este hombre reside en que es un mago un antiguo linaje que domina las fuerzas naturales.

Cuando todo parece estar perdido, la esperanza renace enun joven llamado lail, que descubre lo que es mundo dela magia y que el mismo es un mago, tal vez, si consigue terminar su entrenamiento, el unico capaz de enfrentarse a Karval
.

La propuesta del libro me parecio bastante fresca, aunque el tema de los magos sea pues, ya recurrente en la literatura fantastica. el tema de la magia y ser mago, es explorado exhaustivamente por el autor, y aun que es un tema que, por naturaleza nos resulta misterioso y de dificil definicion, AFATH verdaderamente nos lleva por un camino de aprendizaje en forma clara y sencilla, sin caer en el simplismo y la vaciedad.

No obstante, si me parece, de forma muy personal, que existen ciertos puntos débiles en la obra, principlamente el manejo de lenguaje.
El libro en sus primeros capitulos parece ser a veces un poco parco de palabras y con descripciones demasiado someras. No es que eso sea en si un error, dado que es una forma de expresión propia y el estilo de descripción depende del autor, pero puede, si se maneja incorrectamente, llegar a no crear un ritmo de lectura que haga al autor, mantenenr e hilo de lectura. Hace falta un cierto manejo de los puntos y comas, ademas de combinar palabras, para crear dicho ritmo. Afath parece no explotar
lo suficiente este aspecto de la expresion escrita.No obstante, conforme nos adentramos cada vez mas en los capitulos, esa arritmia parece diluirse, y el mundo de Monsmar candidamente nos atrapa.
Empero esos detalles que por momentos parecen venir amenos la produccion, hay que dejar un detalle muy en claro:
Nosotros aqui en el Circulo MAAT, creemos que una obra fantastica, no tiene valor solo si se trata de una produccion literaria, sino que vale por si misma...El profesor J.R.R Tolkien, , quien no solo escribió fantasía sino que teorizó al respecto, veía a la fantasía como un valor en s mismo., la capacidad de la mente y del espíritu humano de crear mundos diferentes, de ver una realidad poderosa, mas allá de los aspectos concretos de la realidad; a esto, lo llamaba subcreacion, aplicandole el termino Mitopoeia(poetizar los mitos, pero tambien, simplemente el crearlos.). La fantasía tiene pues, un valor artistico y espiritual en sí mismo, tanto para el que los crea como para el que vive la obra. Esta es nuestra base para decir que una obra fantastica, no se hace necesariamente por lograr un producto literario..sino por hacer mitopoeia(fantasía), lo cual abre al camino no solo a la produccion literaria, sino tambien ala musica, la televisión y el cine, e incluso, al por muchos infravalorado Cómic. Todos tenemos el derecho ,la capacidad y el privilegio de hacer fantasia, sin que esto nos encasille en alguna forma de expresion, o que se valore en terminos exclusivamene, literarios, cinematograficos o pictóricos. Y en esto, AFATH cumple su cometido. de manera que, nosotros somos capaces de apreciar una obra como creacion en un aspecto puramente literario, pero tambien capaz de hacer una "apreciación mitopoeica" sobre una obra fantastica.
Esta novela no solo aborda los aspectos fundamentales de la tematica fantástica que son la magia, la relación de ser humano con esta y de la decisión que debe de tomar este frenta al bien o al mal, sino que es profundamente evocativa hacia mitos tanto universales como locales. Realmente uno se ensueña con estas visones de gigantes y dragones, que nos lleva al corazón mismo de la leyenda. sin embargo lo que me llama mas al corazón, son ciertas evocaciones que nos resultaran hermosamente familiares: clima, ambiente, etc...lean esta novela, y aunque esta los transporte a un mundo antiguo y magico, les resultara agradablemente familiar...AFATH, es fantasía en el sentido mas puro del término y por eso, vale la pena leerlo y emprender un tortuoso pero hermoso viaje...

martes, 23 de junio de 2009

Isengard: La Fortaleza Enigmática

Autor: Juan José Dobles

Isengard ganó renombre durante la Guerra del Anillo como la inexpugnable fortaleza desde la cual Saruman comandó a sus ejércitos en su campaña contra el reino de Rohan. Sin embargo, este símbolo de poder y traición posee una enigmática historia que se remonta mucho tiempo atrás, antes que el istar llegara a vivir entre sus muros.

Aunque los registros históricos de su construcción no son muy claros, se dice que la fortaleza fue levantada por los gondorianos en tiempos de Isildur y Anárion como puesto de vigilancia del paso de Calenardhon, al noroeste del territorio de Gondor de aquella época. En un principio su nombre fue Angrenost (“fortaleza de hierro”, en lengua sindarin), pero tras la llegada de los rohirrim adoptó el nombre con el cual se le identificaría al final de la Tercer Edad, que no es más que una simple traducción del nombre original al anglosajón antiguo hablado por ese pueblo.

Isengard se ubica en el extremo meridional de las Montañas Nubladas, a los pies del Mathedras (Última Cima), en un estrecho valle defensivo que durante la Guerra del Anillo era conocido con el nombre de Nan Curunir, el Valle del Mago. Evidentemente este nombre le fue dado tras la llegada de Saruman. El nombre original es desconocido.

La fortaleza está constituida por un anillo de piedra que circunda una planicie de 1500 metros de diámetro y la torre de Orthanc. El único camino de acceso a la fortaleza atraviesa el muro en la zona sur del círculo y marcha al margen del río Angren (Isen) hasta alcanzar los Vados del Isen. La entrada al anillo es vigilada por dos torreones a cada lado de ella.

Los muros, aparentemente llanos y macizos vistos desde el exterior, están en realidad huecos y son un complejo sistema de habitaciones, escaleras y posiciones defensivas que rodean la fortaleza. Dentro de ellos se alojan barracas, armerías, almacenes e incluso establos. La torre de Orthanc se levanta hasta los 150 metros de altura en el punto central de la planicie. Su nombre significa “Monte del Colmillo” en sindarin, debido a los cuatro pilares terminados en puntas agudas como lanzas que la coronan. La fortaleza de la roca negra con que fue construida la torre ha originado gran cantidad de conjeturas sobre su naturaleza. Algunos afirman que la torre ya se encontraba en Nan Curunir cuando llegaron los gondorianos, quienes decidieron construir el anillo defensivo para aprovecharla. Otros afirman que la dureza de la roca implica que los gondorianos tuvieron que haber pedido ayuda a los enanos de Khazad-dûm para construir la torre. Sin embargo, no existe evidencia de interacción entre los gondorianos y los enanos a ese nivel hasta la llegada al trono de Aragorn II Elessar. También existe la teoría menos aceptada de que la fortaleza de la torre de Orthanc era producto de hechizos defensivos invocados por el propio Saruman. Hay que recordar las palabras de Peregrin Tuk quien, tras la llegada de Gandalf y su comitiva a Isengard después que esta fuese tomada por los ents, comentó que la torre es lisa y dura, como si tuviese “alguna magia, más antigua y más poderosa que la de Saruman” (Las Dos Torres, Restos y Despojos).

Entre los rasgos más llamativos de la torre están el balcón desde donde Saruman acostumbraba vigilar los trabajos que sus orcos realizaban en Isengard, y el pináculo de la torre, una superficie llana con inscripciones de números astronómicos desde donde se tenía una visión clara de las Montañas Nubladas al norte y la ladera occidental del bosque de Fangorn al noreste.

La explanada dentro del anillo de piedra estuvo durante largo tiempo cubierta por un bosquecillo y un hermoso jardín con riachuelos y un pequeño lago. En esta explanada el camino que llegaba desde los Vados del Isen hasta la puerta principal de Orthanc estaba flanqueado por una hilera de columnas a ambos lados.

Durante los siglos en que los gondorianos mantuvieron el control de la fortaleza, varios regimientos bien aprovisionados se encargaron de mantener seguro el Paso de Rohan, convirtiendo a Angrenost en un puesto de avanzada inexpugnable. En la sala principal de Orthanc se guardaba uno de los cuatro palantiri de Gondor, la más septentrional de las Piedras Videntes de dicho reino.

Con el paso del tiempo la torre fue quedando en el abandono a medida que la población de Calenardhon y los territorios del oeste de Gondor fue menguando debido a las inundaciones y las enfermedades. Para cuando Mardil el Leal se convirtió en el primer Senescal Gobernante de Gondor en el 2050 TE, ya era demasiado claro que las principales amenazas para el Reino de Gondor provenían del este y del sur. Por lo tanto la fortaleza de Isengard fue clausurada y sus regimientos redistribuidos entre las fronteras de Ithilien y Anórien. Posiblemente durante aquella época se perdió el conocimiento de la existencia del palantir de Orthanc, aunque algún rumor debía sobrevivir puesto que los Senescales mantuvieron la posesión de las llaves de la torre.

Tras el auxilio de Eorl y los Éotheod al Senescal Cirion de Gondor durante la guerra contra los Balchoth en 2510 TE, toda Calenardhon fue cedida al pueblo de los jinetes quienes fundaron el Reino de Rohan. Sólo la fortaleza de Isengard quedó bajo el control nominal de Minas Tirith, aunque en la práctica permaneció abandonada durante largos años.

Alrededor del 2700 TE, los dunlendinos provenientes de las Tierras Brunas tomaron posesión de Isengard. Esto supuso la toma de los muros, sus recintos y la explanada, pero no de la torre, cuya llave era guardada por el Senescal de Gondor en Minas Tirith. En el 2754 TE, el rey de Rohan Helm Mano de Hierro mató de un puñetazo al líder de los dunlendinos, Freca. Como venganza, su hijo Wulf conquistó Rohan en el 2758 TE y obligó a Helm a refugiarse en la fortaleza de Cuernavilla, donde murió congelado al año siguiente durante el Largo Invierno. Fréalaf, sobrino de Helm y nuevo rey de Rohan, reconquistó Meduseld y destruyó a los invasores matando a Wulf en el 2759 TE.

Estos eventos obligaron al Senescal Beren a tomar una decisión. Considerando que la defensa del Paso de Rohan debía mantenerse en manos aliadas y poderosas, Beren le pidió a Saruman el Blanco que se instalará en Isengard y le cedió las llaves de Orthanc ese mismo año. Saruman aceptó de inmediato, posiblemente bajo el conocimiento de la existencia de secretos poderosos que habían estado ocultos en Orthanc durante largo tiempo. A partir de ese momento la fortaleza de Isengard recobró de nuevo su importancia como centro de poder en Tierra Media.
En Isengard, Saruman no sólo encontró libros antiguos y pergaminos, sino también la Piedra Vidente, la cual comenzó a utilizar alrededor del 3000 TE para intentar descifrar el paradero del Anillo Único y averiguar los planes de Sauron.

Tras la muerte del Senescal Turgon en el 2963 TE, Saruman aprovechó la agitación reinante en Gondor tras el despertar del Orodruin y el retorno de Sauron a Mordor para declarar a Isengard como suya. A partir de ese momento el mago comenzó a fortificarla aún más. Taló los árboles dentro del anillo de piedra, secó los riachuelos y el lago, y reemplazó la hierba por planchas de piedra y maquinaria. Construyó también talleres y laboratorios subterráneos con los cuales creó un gran ejército de orcos a escondidas.

En el 3019 TE Saruman por fin reveló su traición cuando encerró a Gandalf el Gris en la cima de la torre de Orthanc después que este llegara buscando su consejo. Durante la Guerra del Anillo las tropas de Saruman marcharon desde Isengard en su ataque frontal contra Rohan. Sin embargo, en su búsqueda de combustible para sus hornos, Saruman cometió el grave error de talar la ladera cercana del Bosque de Fangorn, lo cual le ganó la ira de los ents. Estos atacaron Isengard desde sur, el norte y el este abriendo grietas en el anillo defensivo y utilizando la propia piedra arrancada de los muros como proyectiles que lanzaban contra la torre negra. La feroz arremetida se vio interrumpida cuando Saruman ordenó la utilización de los misteriosos fuegos de Isengard contra los atacantes. Como respuesta los ents embalsaron el río Isen por sobre el nivel de la fortaleza y después lo liberaron, anegando Isengard e inundando sus recintos subterráneos. Aunque en un principio la torre sirvió de prisión para Saruman y Grima, esta quedó abandonada después que el mago utilizara su mágica influencia para que Bárbol lo dejara libre.

Isengard se transformó totalmente tras el ataque de los ents. El anillo de piedra fue reducido a ruinas, despareciendo en varias partes. Donde alguna vez estuvo la explanada, sólo quedó un lago lleno de despojos en cuyo centro se levantaba Orthanc. Alrededor del lago, los ents crearon un nuevo y frondoso bosque al que bautizaron como el Bosque Vigilante.

Además del palantir recuperado por Gandalf (a quien Grima Lengua de Serpiente se lo lanzó desde el balcón intentando golpearlo), Aragorn II Elessar encontró varios tesoros escondidos en los salones de Orthanc. Estos incluían muchas joyas y reliquias de la familia de Eorl de Rohan hurtadas por Grima durante su estancia en la corte de Edoras. Pero dentro de un gabinete de acero, tan bien sellado que se necesitó de la ayuda de Gimli para abrirlo, Aragorn encontró el Elendilmir de Isildur (joya numenoreana que databa de los tiempos de Silmariën en la Segunda Edad) y la cajita de oro sujeta a una fina cadena en la cual Isildur guardó el Anillo Único durante su viaje truncado a Arnor. Debido a estos descubrimientos algunos gondorianos conjeturaron con tristeza que quizás Saruman había encontrado los restos de Isildur entre el fango de los Campos Gladios.

Tras la Guerra del Anillo Aragorn II Elessar tomó nuevamente el control de Orthanc y comenzó su restauración, aunque cedió la protección del Bosque Vigilante a los ents, los últimos guardianes de Isengard.

domingo, 24 de mayo de 2009

Mabel Tolkien: Una Mujer de Hierro

Autor: Juan José Dobles

El 14 de noviembre de 1904, en una pequeña casa de Edgbaston, Inglaterra, murió Mabel Suffield tras pasar seis días en coma diabético. A penas tenía 34 años de edad y dejaba huérfanos a dos hijos: Hilary Arthur Reuel Tolkien de 10 años y John Ronald Reuel Tolkien de 12. Para el Profesor Tolkien la memoria de su madre siempre estaría envuelta en dos sentimientos contradictorios: la cálida ternura de su recuerdo y el frío desconsuelo de su muerte prematura.

Mabel nació en Yardley, Warwickshire, en enero de 1870 en el seno de una conservadora familia anglicana. Su padre era John Suffield Jr y su madre Emily Jane Sparrow. El nombre de sus hermanos no está tan claro. Según algunos censos de la época, habría tenido hasta seis hermanos: John, Roland, Edith May, Emily Jane, William y Rose, esta última murió en 1886 cuando apenas tenía siete años. Sin embargo, autores como F. Schneidewind sólo mencionan a dos hermanas: Beatrice Suffield y Jane Neave. Esto podría deberse a confusiones con el nombre de casadas de algunas de las esposas de sus hermanos.

La fe de su familia la llevaría desde muy joven a África, en donde fue misionera cuando aún no había cumplido los 20 años. Según algunas biografías, este período lo habría pasado en la isla de Zanzíbar, en la costa índica de Tanzania.

A su regreso a Inglaterra conoció a Arthur Reuel Tolkien, un empleado bancario 14 años mayor que ella. Pronto se enamoraron y se comprometieron en 1888. Pero esta relación fue censurada por el padre de Mabel, quien no veía futuro en Arthur. Buscando mejorar su posición ante los ojos de John Suffield, Arthur acepta un puesto en el Banco de África y es enviado a fines de 1890 como director de la filial de Bloemfontein, capital del Estado Libre de Orange (actual Sudáfrica) en donde se había descubierto recientemente grandes yacimientos de oro y diamantes. A pesar del nuevo cargo de su prometido, Mabel no obtiene el permiso de su padre para casarse, por lo que decide dejar Inglaterra sin el consentimiento paterno y encontrarse con Arthur en África. En marzo de 1891 desembarca del vapor Roslin Castle y el 16 de abril contrae nupcias en la Catedral de Ciudad del Cabo en Bloemfontein.

El 3 de enero del año siguiente nace su primer hijo: John Ronald Reuel Tolkien. El 17 de febrero de 1894 nace Hilary. Aunque la pareja se sentía bien en Bloemfontein, el calor excesivo y la falta de humedad afecta negativamente a los pequeños. Mabel le pide a su marido volver a Inglaterra, pero este no puede dejar su puesto inmediatamente, por lo cual Mabel y los niños tienen que regresar solos en abril de 1895 a bordo del SS Guelph.

Mabel se instala en casa de su hermana Jane en Birmingham mientras espera el regreso de su marido. Sin embargo, este regreso nunca se da. Arthur cae víctima de una fiebre reumática y hemoptisis. Mabel decide viajar a Bloemfontein para cuidar a su esposo, pero antes que pueda embarcarse recibe un comunicado que le informa el fallecimiento de Arthur el 14 de febrero de 1896. Con tan sólo 26 años Mabel se encuentra viuda y con dos niños pequeños de los cuales hacerse cargo.
Decide rentar una casa pequeña en la localidad rural de Sarehole, en las afueras de Birmingham, mientras encuentra la manera de sacar adelante a su familia. Los siguientes cuatro años los niños Tolkien son educados por su madre en botánica y literatura. Aprenden a leer y escribir y comienzan a estudiar algunos clásicos literarios. Sopesando sus posibilidades económicas Mabel se da cuenta que la única opción para que sus hijos tengan una buena educación es si ganan una beca en algún centro de estudio.

En 1900 Mabel y su hermana May se convierten al Catolicismo, lo cual las pone en franca oposición a las creencias de su familia. Si bien la situación económica de los Tolkien no era buena, esta empeora al perder Mabel el apoyo familiar. A finales de ese año deben mudarse a Moseley, a una casa que el Profesor Tolkien siempre va a recordar como “horrorosa”. Tolkien logra ingresar al King Edward VI School, pero por motivos económicos tiene que abandonarlo al poco tiempo. Nuevamente la familia se muda en 1901. Esta vez a una casa detrás de la estación de trenes King´s Heath. Mabel se ve obligada a inscribir a Tolkien en el colegio St. Phillips, cerca del Oratorio de Birmingham, en el suburbio de Edgbaston, y a principios de 1902 la familia se muda a una pequeña casa al lado del colegio.

En el Oratorio, Mabel conoce a quien se va a convertir en su gran ayuda y consejero: el sacerdote Francis Xavier Morgan, quien se siente afligido ante la situación económica de la viuda y sus hijos y decide ayudarla económicamente.
Para Mabel lo más importante es la educación de sus hijos, pues ve en ella la única posibilidad para que la familia salga adelante. Sin embargo, se siente sumamente disconforme con el nivel de enseñanza que recibe Tolkien en el St. Phillips. Al poco tiempo lo retira y decide darle ella misma lecciones en casa. Al lado de su madre Tolkien aprende latín, griego, matemáticas y literatura romántica. Mabel dedica varias horas al día a preparar las lecciones y repasarlas junto a sus hijos.
En 1903 Tolkien consigue una beca en el King Edward. Mabel escribiría que aquel logro de su hijo le parecía una señal de que los malos tiempos comenzaban a disiparse.

Pero no es así. A principios de 1904 los dos muchachos contraen sarampión y luego tosferina. Hilary, además, también se enferma de pulmonía. Debilitada por las largas horas en vela cuidando a sus hijos, Mabel termina en el hospital en donde se le diagnostica diabetes, una enfermedad mortal en esa época. Angustiada por el futuro de sus hijos, Mabel le pide al padre Francis que se haga cargo de la educación de ellos como su tutor, pues no desea dejarlos al cuidado de sus abuelos protestantes.

El padre Francis accede. Además, consigue una pequeña casa de campo en Rednal propiedad de la Iglesia para que la familia Tolkien pase allí algunos días y Mabel pueda descansar. Ella aprovecha para estar junto a sus hijos el mayor tiempo posible. A su regreso a Egbaston, Mabel sufre un colapso en su salud y cae en coma diabético. Seis días después fallece.

La vida de Mabel Tolkien fue una vida llena de sufrimiento y sacrificio, siempre procurando la mejor educación para sus hijos con la cual asegurarles el futuro. El Profesor Tolkien siempre recordaría eso. Su apego tan fuerte a sus creencias católicas se puede explicar a través de su percepción de que la muerte de su madre se debió en gran parte al abandono del que fue objeto por parte de su propia familia debido a su religión. Para Tolkien la ayuda económica que sus abuelos le negaron a Mabel hubiese impedido las pobres condiciones de vida que aceleraron la aparición de la enfermedad.

Dentro de su obra, el Profesor creó muchos personajes que reflejaban a su madre. Morwen, la madre de Túrin Turambar, y Théodwyn, la madre de Éomer y Éowyn, son sólo dos de los casos más notorios. Ambas se convirtieron prematuramente en viudas y ambas tuvieron que tomar decisiones fundamentales para el futuro destino de sus hijos.

Pero quizás el personaje más notorio fue Gilraen, madre de Aragorn II Elessar. Al igual que Mabel, Gilraen tuvo que enfrentarse a la oposición de su padre para poder casarse con Arathorn II, quien murió apenas dos años después del nacimiento de Aragorn. Gilraen optó entonces por establecerse en Rivendel, en donde buscó el apoyo de Elrond para educar a su hijo.
A través de todas estas mujeres de hierro, Tolkien plasmó la admiración que siempre sintió por su madre, quien se sacrificó para que él pudiese llegar a ser el gran hombre que fue.

lunes, 20 de abril de 2009

Tolkien, su hijo y Roverandom

Autor: Juan José Dobles

En el verano de 1925, Michael Tolkien (quien entonces tenía tan sólo cinco años) perdió en la playa de Filey su juguete preferido: un perro en miniatura hecho de plomo y pintado en blanco y negro. Este sería el origen de uno de los cuentos infantiles más hermosos escritos por el Profesor Tolkien, para quien sus hijos eran su más grande tesoro y mayor fuente de inspiración. La historia de cómo fue escrito Roverandom nos permite asomarnos dentro de la cálida pero apartada vida de la familia Tolkien y, sobre todo, en la hermosa relación creativa que J R R Tolkien mantenía con sus cuatro hijos.

El nacimiento de Roverandom no es un caso aislado. Tal vez una de las creaciones más emblemáticas inspiradas por los hijos de Tolkien ha sido Tom Bombadil, el cual nace como una forma de salvar al poco querido muñeco holandés que el Profesor había regalado a Michael pero que apareció un día dentro del inodoro “de manera misteriosa”. También podemos ver a Christopher, tercer hijo del Profesor, ayudando a su padre a crear y cartografiar el vasto mundo de Tierra Media.

Pero volvamos a la historia del perrito Rover. En el verano de 1925 John (primero de los hijos Tolkien) tenía ocho años, Michael rondaba los cinco, Christopher tenía menos de un año y Priscilla… Bueno, a Priscilla aún le faltaban cuatro años para aparecer en esta historia. El Profesor Tolkien era un padre de familia de poco más de treinta años y acababa de ser nombrado profesor de anglosajón en Rawlinson y Bosworth, Oxford, manteniendo su empleo anterior en la Universidad de Leeds. Tolkien siempre fue un hombre de familia y aunque estaba encantado con su nombramiento, también entendía que esto significaría apartarse un poco del hogar durante algún tiempo, mientras lograba estabilizarse en su nuevo puesto. Quizás fue su deseo de recompensar a sus hijos por las largas horas que no les podría dedicar como antes por lo que decidió llevarse a toda su familia a la playa de Filey, en la costa de Yorkshire, lugar que aún hoy es muy popular entre los turistas.

Los Tolkien planeaban quedarse por tres o cuatro semanas, para lo cual el Profesor alquiló una casita que había pertenecido al administrador de correos local y que se encontraba en lo alto de un acantilado desde donde se podía ver la playa y el mar. El espectáculo natural de aquel alejado rincón encantó a los niños. John en particular quedó fascinado con la aparición de la Luna Llena sobre el mar. Al Profesor le gustaba pasear por la playa junto con John y Michael, quien siempre llevaba su perrito de plomo a todo lado.

En uno de estos paseos, el niño puso su perrito sobre la arena para poder jugar con su hermano mayor a lanzar guijarros al mar, pero al volver a la casa, la excitación del momento lo hizo olvidar su juguete en la playa. A pesar que Tolkien y sus hijos lo buscaron durante dos días seguidos, el perro nunca fue encontrado. Ante el continuo llanto del pequeño, el Profesor comienza a idear una explicación a la desaparición que pueda consolar a su hijo.

El primer bosquejo de esta narración nos cuenta la historia de Rover, un perrito de verdad que tras morder al brujo Artajerjes es convertido en juguete. Luego es comprado por un niño muy parecido a Michael, perdido en la playa y enviado por el hechicero de la arena Psámatos Psamátides a vivir extraordinarias aventuras en la Luna y en el fondo del Mar.

Lo más seguro es que este relato se contara en partes, como era usual en el Profesor Tolkien, ante un público formado por su esposa y sus hijos. Esto lo podemos concluir gracias a una breve entrada de su diario citada en la Introducción de Roverandom (edición de Minotauro, 1998):
“Se terminó el cuento de Roverandom, escrito para divertir a John (y a mí mismo a medida que fue creciendo)”.

En la introducción al libro también se menciona lo extraño de esta cita, pues deja pensar que fue John y no Michael quien mostró más interés en la historia. A Tolkien le encantaba esta manera episódica de narrar porque les permitía a sus hijos retroalimentar la historia. El mismo diario de Tolkien es confuso en las acotaciones que hace con respecto a su viaje a Filey, pues el Profesor no llevó su diario al viaje y todas las referencias fueron escritas mucho después del regreso.

Poco después de la pérdida de Rover, la costa de Filey fue azotada por una poderosa tormenta. Posiblemente Tolkien aprovechó el terrible clima para narrar historias a sus asustados hijos. El recuerdo de esta tormenta está presente en Roverandom cuando Rover (llamado Roverandom por el Hombre de la Luna para diferenciarlo de su propio perro Rover) y el perro del mar despiertan a la gran serpiente marina:

“Y era tal el alboroto que a lo largo de todas las costas del mundo la gente pensaba que el mar rugía con más fuerza que de costumbre. ¡Así era! Y la serpiente de mar seguía revolviéndose todo el tiempo, intentando obsesivamente llevarse la punta de la cola a la boca”. (Roverandom)

Incluso John Tolkien recordaría ya siendo adulto cómo la historia de Rover comenzó a ser contada durante aquella tormenta para calmarlos y hacerlos olvidar el rugido del viento y las olas que golpeaba el acantilado donde estaba la casa donde se alojaban.

Pero la versión escrita de este cuento es muy posible que no se escribiera hasta dos años después. No existe un manuscrito fechado que nos permita saber de cuándo datan las primeras versiones de Roverandom, pero sí varios dibujos fechados todos en septiembre de 1927. En ese año la familia Tolkien volvió a vacacionar cerca de la playa, esta vez en Lyme Regis. Todos los dibujos fueron creados a partir de Roverandom, por lo que es creíble que Tolkien los hiciera para ilustrar la historia que estaba plasmando por fin en papel, inspirado quizás por la brisa marina de Lyme Regis que le recordó las vacaciones de 1925.

En la versión de Minotauro aparecen las cuatro ilustraciones de Tolkien: El Dragón Blanco persigue a Roverandom y al Perro de la Luna, dedicada a John Tolkien; Casa donde Rover empezó sus aventuras como juguete, dedicada a Christopher Tolkien; Jardines del Palacio de Merking; y otro dibujo sin nombre en el que aparece Rover llegando a la Luna en la gaviota Mew. (También aparece un paisaje lunar que está fechado en 1925 y que quizás fue pintado durante las vacaciones en Filey.)

Otra razón para pensar que 1927 fue el año en que Tolkien escribió Roverandom es la aparición del Hombre de la Luna en Las Cartas del Hombre de Navidad de ese año, como invitado de Papá Noel en el Polo Norte.

Roverandom tiene muchas referencias interesantes a otras obras de Tolkien, incluyendo la Tierra Media. Durante uno de los largos paseos de Rover junto a la vieja ballena Uin se describe una tierra abrumadoramente familiar:

“…después atravesaron los Mares Sombríos y llegaron a la Gran Bahía del País Hermoso (como lo llamamos), más allá de las Islas Mágicas; y contemplaron el último Occidente de las Montañas del Hogar de los Elfos y la luz de Faëry sobre las olas. Roverandom creyó ver un retazo de la ciudad de los Elfos en la colina verde debajo de las Montañas, un destello blanco en la lejanía…” (Roverandom)

En 1936 Tolkien le presentó Roverandom a su editor Stanley Unwin aprovechando el entusiasmo de este por la pronta publicación de El Hobbit. Aunque la historia pasó el visto bueno del joven hijo de Unwin, Rayner (quien también había aprobado El Hobbit), nunca llegó a publicarse. Algunos sostienen que el éxito de la historia de Bilbo Bolsón y la petición de la editorial de una continuación habría sido la razón del olvido del pobre Roverandom en una gaveta.

Fue hasta 1998, 70 años después de su creación, cuando la editorial Harper Collins le sacudió el polvo a la historia y la publicó, editada por Christina Scull y Wayne G. Hammond, autores también de Tolkien: Artista e Ilustrador, obra que enfoca la creación pictórica poco conocida del Profesor Tolkien. Esta edición (traducida al español por Minotauro también en 1998) no sólo trae el relato de Roverandom, sino que también reproduce los cinco dibujos pintados por Tolkien para la historia.

Como último detalle hay que destacar el uso de palabras “complicadas” dentro de esta historia infantil. La razón de esto es muy sencilla: para el Profesor Tolkien el idioma era algo tan hermoso y tan lleno de vida que no creía que existieran palabras que debieran negárseles a los niños sólo por parecer demasiado elaboradas. Más bien todo lo contrario: es obligación de todos los padres enseñar nuevas palabras a sus hijos constantemente para que ellos forjen un amor por el léxico. Como escribió en abril de 1959:

“Un buen vocabulario no se adquiere leyendo libros escritos de acuerdo con el criterio que alguien tenga del vocabulario de determinado grupo de edad. Se adquiere leyendo libros que estén por encima de ese nivel” (Cartas de J R R Tolkien, pág. 349).

El nunca ver a los niños como tontos o poco preparados para el idioma es la mejor prueba de cuanto los quería Tolkien, empezando por los cuatro diablillos que tenía en su propio hogar.

lunes, 23 de marzo de 2009

La Brillante Estrella de los Numenoreanos

Autor: Juan José Dobles

En artículos anteriores hablamos sobre el mito de la destrucción del Reino de Númenor y su importancia en la obra fantástica de JRR Tolkien (ver artículo "Un Sueño Recurrente"). En el presente artículo queremos extendernos un poco más en el conocimiento de la historia de Númenor, la cual tiene como fuentes los textos de "El Silmarillion" y "Los Cuentos Inconclusos", principalmente.

Durante la época de la Guerra del Anillo, al final de la Tercera Edad, los Dúnedain de Gondor y del Norte aún se hacían llamar “Hombres de Oesternesse”. Aquel apelativo era una referencia al legendario pueblo de los Numenoreanos, quienes gobernaron el reino humano más poderoso que hasta entonces habían visto las regiones del Oeste de Arda. Fueron conocidos y temidos a lo largo de la Segunda Edad y sus soberanos eran llamados Reyes del Mar por los otros pueblos de Tierra Media. Su historia fue la historia del esplendor de los Hombres. Su caída fue el motivo de la Transformación del Mundo.
Sus inicios se remontan a la región de Lindon después de la Guerra de la Cólera. Allí se congregaron los elfos y hombres que huyeron de la destrucción de Beleriand al final de la Primera Edad. Los vestigios de las tres míticas casas de los Edain eran guiados por los dos hijos de Eärendil: Elrond y Elros. Sin embargo, con la decisión de Elrond de formar parte del Destino de los Eldar, los hombres quedaron bajo el liderazgo supremo de Elros.

Se narra que en aquel entonces los Valar decidieron premiar a los Edain por haber luchado al lado de los ejércitos de los Poderes. Fue así como Ossë levantó desde las profundidades del Gran Mar una enorme isla con forma de estrella de cinco picos que ubicó en mitad de las aguas, a medio camino entre Tierra Media y las Tierras Imperecederas de Aman. Aulë se encargó de fortalecer aquel lugar y Yavanna lo enriqueció con sus mejores plantas y árboles. Entonces Eärendil brilló alto en el firmamento y guió a su hijo Elros y al resto de los Edain hasta aquella tierra, la cual fue bautizada con muchos nombres: Andor (la tierra del Don), Elenna (Hacia la Estrella) y Anadûnê (Promontorio del Occidente), que en la lengua élfica se dice Númenórë. Así nació el Reino de Númenor, el cual fue bendecido por los Valar y creció en riquezas y poder bajo el mandato de Elros, su primer gobernante, quien adoptó el nombre de Tar-Minyatur.

Otro regalo recibieron los numenoreanos que los hizo excepcionales entre los hombres de antaño: gran sabiduría y una longevidad extraordinaria, la cual les permitía vivir en promedio más de 200 años, llegando a morir Elros a la muy avanzada edad de 500 años.

El agradecimiento a los Valar y sobre todo a Eru marcó la historia temprana del pueblo numenoreano. En la cumbre de la montaña más alta de la isla, el Meneltarma, se creó un Santuario a Eru a donde sólo podía subir el rey en tres ocasiones solemnes del año. Este santuario era custodiado por los Testigos de Manwë, tres águilas enviadas desde Aman como símbolo de alianza entre los Hombres y los Poderes de Arda. Además, dos de estas majestuosas aves anidaban en la torre del Palacio del Rey en la ciudad capital de Armenelos.

La amistad entre los numenoreanos y los elfos era profunda y a los puertos occidentales de Eldalondë y Andúnië llegaban con regularidad barcos provenientes de Avallonë, en Tol Eressëa, trayendo conocimientos y muestras de afecto para los líderes numenoreanos. Fue así como se sembró en los Patios del Rey el Árbol Blanco Nimloth, vástago de Celeborn, el Árbol Blanco de Eressëa. Esta amistad aumentó en el 600 SE cuando el Capitán Vëantur llevó su barco Entulessë (Retorno) hasta los Puertos Grises de Mithlond, en Tierra Media, donde fue recibido con gran alegría por los elfos noldor Gil-Galad y Círdan.

Númenor pronto se constituyó en una potencia marítima cuyas naves surcaban todo el Oriente del Gran Mar, llegando hasta más allá de Harad y las costas distantes de las tierras del Este. El conocimiento y poder de los numenoreanos aumentó con el pasar de los años, y en 1700 SE su enorme flota, comandada por el Almirante Ciryatur y el heredero al trono Minastir, desembarcó en los Puertos Grises y en el puerto de Lond Daer sobre el río Gwathló para auxiliar a los elfos de Tierra Media, quienes se encontraban sitiados por Sauron tras la guerra que estalló por el control de los Anillos de Poder. Se dice que fue tal la supremacía de los numenoreanos que todo el ejército de Mordor fue rápidamente aplastado y Sauron a penas logró escapar, huyendo lleno de odio y temor frente a un enemigo formidable al que poco había considerado.

A pesar de todo su poder y sabiduría, los numenoreanos no pudieron escapar a la Sombra que comenzó a crecer en ese entonces en los corazones de los hombres. Desde los tiempos de la fundación del reino existía un decreto de los Valar que impedía a los barcos numenoreanos navegar hacia el Oeste. Este decreto se conocía como la Prohibición de los Señores de Occidente, y buscaba evitar que los hombres llegaran a Aman, pues es designio de Eru que el destino de los mortales está más allá de Arda y no en las Tierras Imperecederas. Durante muchos años los numenoreanos obedecieron la prohibición y por ello sus naves se dirigieron siempre al Este, hacia Tierra Media.

Pero en tiempos de Tar-Ciryatan, quien fue coronado en 1869 SE, los hombres de Númenor se manifestaron en contra de la prohibición. El propio Tar-Ciryatan cuestionó a los Valar y se preguntó si la razón de evitar a los hombres llegar a Valinor era negarles la inmortalidad.

Pronto los numenoreanos comenzaron a recelar de los Valar y hablar en contra de ellos. Manwë intentó entonces hacerlos entrar en razón mediante mensajes que envió a través de los elfos de Eressëa, pero esto sólo consiguió que los numenoreanos vieran con malos ojos también a los mensajeros. Sin embargo, la Casa de Andúnië, en la cual también corría la sangre de Elros Tar-Minyatur, aceptó las palabras de los Valar y sus miembros intentaron hacer entrar en razón al rey. Pero la amargura ya había crecido en la Casa Real y Númenor desahogó su inconformidad doblegando a los pueblos de Tierra Media a los que antes había protegido. Tar-Atanamir, hijo de Tar-Ciryatan, inició la búsqueda de los numenoreanos por superar la muerte, y lo que alguna vez fue un don de Eru se confundió con las sombras y el miedo. Y desde entonces los numenoreanos vieron con temor la muerte y se aferraron estúpidamente a los bienes materiales, olvidándose del verdadero sentido de la vida. Tar-Atanamir se negó a entregarle el cetro a su hijo cuando este estuvo preparado para gobernar (como era tradición desde los tiempos de Tar-Amandil, nieto de Tar-Minyatur), y murió en 2221 SE viejo, débil y senil.

Durante el reinado de su hijo Tar-Ancalimon, los numenoreanos se separaron en dos bandos: los llamados Hombres del Rey que apoyaban la actitud de los monarcas contra los Valar y los elfos, y los Elendili (Amigos de los Elfos) también conocidos como los Fieles, que se mantuvieron leales a Valinor y Eru.

Pronto los reyes se volvieron más prepotentes y arrogantes. En 2899 SE fue coronado Ar-Adûnakhor, quien subió al trono con un nombre en adûnaico rompiendo con la tradición. Adûnakhor prohibió el uso y la enseñanza de las lenguas élficas y hostigó a los elfos que llegaban desde Eressëa.

Junto con estos sucesos la vida de los numenoreanos parecía menguar y la vejez los alcanzaba varios años antes de lo que era normal en ese entonces. En 3102 SE, el rey Ar-Gimilzôr comenzó una persecución contra los Elendili, provocando que muchos de ellos tuvieran que huir hasta Tierra Media, buscando refugio en su puerto en Pelargir, en el Anduin. Para mantener vigilada a la Casa de Andúnië, los obligó a trasladarse al puerto de Rómenna, al este de la isla. Los puertos occidentales quedaron abandonados y los barcos blancos de Eressëa nunca más volvieron a Númenor.

El hijo de Gimilzôr, Tar-Palantir, había sido criado bajo el consejo de su madre Inzillbêth, una Fiel sobrina del Señor de Andúnië. Por ello intentó reparar todos los daños que sus predecesores habían hecho y pidió perdón a Eru por la actitud de su pueblo. Pero la mayoría de los numenoreanos no lo apoyaba y más bien dirigían sus corazones a su hermano menor Gimilkhâd, líder de los Hombres del Rey y más parecido a su padre en su actitud contra los Fieles, los elfos y los Valar.

Tras la muerte de Tar-Palantir en el año 3243 SE, el hijo de Gimilkhâd, Pharazôn, obligó a su prima Míriel a casarse con él y de esta forma se proclamó Rey de Númenor, violentando las leyes de sucesión y la prohibición de unión entre parientes cercanos.

Una de las primeras acciones de Ar-Pharazôn fue preparar la guerra contra Sauron, quien había tomado el control de Eriador y se había proclamado Rey de Tierra Media y del Mundo, título que ante los ojos del rey numenoreano sólo le podía corresponder a él mismo.

La enorme flota numenoreana desembarcó en el puerto de Umbar en 3261 SE y un año después Sauron se postró de rodillas ante el rey. Pero el Señor Oscuro tenía ya un plan. Había adoptado la hermosa imagen de Annatar y había dejado el Anillo Único en su torre de Barad-dûr. Ar-Pharazôn llevó entonces a Sauron hasta Númenor en donde lo mantuvo cautivo. Pero Sauron logró ganarse el favor del rey y sus consejeros, y volcó el corazón de los numenoreanos hacia la oscuridad. Ar-Pharazôn se convirtió así en el mayor tirano que hubiese visto el mundo desde los tiempos de Morgoth. El Santuario de Eru fue abandonado y se construyó un gran Templo a Melkor en una colina cercana a Armenelos. El primer fuego de este templo se alimentó de Nimloth, el cual fue talado, y con terrible frecuencia en él también se sacrificó a los últimos Fieles que quedaban en Númenor.

Pero todos estos terribles actos no le bastaron a Sauron, quien envenenó el corazón de Ar-Pharazôn y lo aconsejó a hacerle la guerra a los Valar y así arrebatarles a la fuerza el derecho de los numenoreanos de ser inmortales. En el 3319 SE, Ar-Pharazôn dirigió una gigantesca armada hasta las costas de Aman. Allí desembarcó de su buque insignia, el Alcarondas, y reclamó la beatitud de aquellas tierras en nombre de Númenor. Pero Manwë había dejado la regencia del mundo en manos del propio Eru-Ilúvatar, quien manifestó su gran poder arrebatando las Tierras Imperecederas y la isla de Tol Eressëa del alcance de los hombres y curvando la forma del mundo.

Ar-Pharazôn y todo su ejército fue sepultado en las Cavernas de los Olvidados donde esperarán en deshonra hasta la Última Batalla del Día del Juicio. Su gigantesca flota fue tragada por el abismo que se abrió en el Gran Mar entre las costas de Aman y Númenor, y la isla fue alcanzada por una terrible ola que la anegó totalmente. Así se perdió para siempre la hermosa tierra de Elenna, el poderoso Reino de Númenor, y desde entonces se le llamó Akallabêth, la Sepultada, Atalantë en la lengua de los elfos.
Si bien es cierto este fue el fin de Númenor, no fue el final de la sangre numenoreana, pues esta logró sobrevivir en los Elendili que habían huido a Tierra Media. Y entre estos estaban Elendil, último Señor de Andúnië, y sus hijos Isildur y Anárion, quienes habían zarpado de Rómenna liderando nueve barcos poco antes que zarpara la armada de Ar-Pharazôn hacia Valinor. Todos los barcos lograron llegar a Tierra Media y en uno de ellos Isildur llevaba un retoño de Nimloth que había logrado salvar antes que el Árbol Blanco fuese talado y quemado.

Así se preservó el linaje numenoreano en los reinos de Arnor y Gondor, y así el recuerdo y la gloria de Oesternesse perduró hasta los tiempos de Aragorn II Elessar, no sólo como leyendas y relatos de una gloria perdida, sino también en el valor de los líderes de los Dúnedain, el cual aseguró que la brillante estrella numenoreana se alzara una vez más al inicio de la Cuarta Edad.

martes, 10 de febrero de 2009

Cada Hobbit por su Nombre: el Arte de darle nombre a los habitantes de Tierra Media

Autor: Juan José Dobles

J R R Tolkien era un filólogo ante todo. Uno debe recordar esto como lector en cada viaje a su Tierra Media. Para el Profesor toda palabra tiene un poder mágico inherente a sí misma que permite la existencia de aquello que nombra. Recordemos cómo el mundo comienza realmente a existir hasta que Eru-Ilúvatar lo invoca dándole el nombre de , el Mundo que Es. Así también cada personaje de Tierra Media puede contarnos su historia, la de su familia o incluso la de su pueblo a través de su nombre. En la basta obra de Tolkien ningún nombre fue puesto a la ligera.
El nombre de cada ser tiene un gran poder. En la Tierra Media muchos pueblos ocultaban su verdadero nombre para evitar caer víctimas de hechizos y maldiciones. Recordemos cómo en la historia de Túrin Turambar el héroe asume constantemente nuevos nombres para intentar escapar del Destino. Sin embargo, cada vez que su verdadera identidad era revelada, la maldición que Morgoth lanzó contra toda su familia lograba alcanzarlo. El golpe final se asestó después que el dragón Glaurung hechizara a Nienor robándole el recuerdo de quién era ella en realidad, representado por el nuevo nombre que Túrin le da: Níniel, la Doncella de las Lágrimas.
Nuevamente encontramos referencias a este poder mágico en la negativa del hobbit Bilbo de darle su verdadero nombre al dragón Smaug para evitar ser hechizado. Quizás por la misma razón los magos Istari buscaron hacerse de varios nombres para encubrir sus verdaderas identidades. Gandalf por ejemplo nos menciona varios de sus nombres: Mithrandir entre los elfos, Tharkûn para los enanos, Olórin en el Oeste, Incánus en el Sur y Gandalf en el Norte.
Pero los nombres también invocan la verdadera naturaleza de aquello que nombran. Melkor se alza como Gran Señor Oscuro bajo el nombre que la ha dado el elfo noldo Feanor: Morgoth, el Gran Enemigo del Mundo. Coincidiendo con este “bautizo”, Morgoth ya no volverá a adoptar ninguna forma hermosa, pues su verdadera naturaleza siniestra ha sido revelada.
Cada pueblo tiene sus propias tradiciones para dar nombre a sus nuevos miembros. Múltiples son las razones que fundamentan estas tradiciones, pero todas ellas están vinculadas directamente con la historia de ese pueblo.

Los Tres Nombres de los Eldar

El nombre de cada elfo es un testimonio de magia, habilidad y esperanza. Todo elfo posee por lo menos dos nombres diferentes o essi. El primero se le daba poco después de nacer y casi siempre era similar al del padre o algún otro familiar. Por ejemplo, el nombre de Feanor es Curufinwe, es decir “Finwe el hábil” en alusión a su padre, mientras que su hijo mayor, Maedhros, se llamaba Nelyafinwe, o “Tercer Finwe”. Es muy posible que este sistema fuese adoptado por los hombres debido a su contacto con los elfos. Esto lo percibimos en los medio-elfos hijos de Earendil, Elros y Elrond, cuyos nombres poseen una raíz similar que significa “Estrella”, en alusión evidente a su padre.
El segundo nombre o amilesse se lo daba la madre en algún momento de su crecimiento. Este nombre es muy importante porque muchas elfas tienen el don para sentir el futuro de sus hijos, el cual resulta en muchas ocasiones profético. Feanor es la forma sindarin del nombre que Miriel Serinde dio a su hijo: Feanáro, “Espíritu del Fuego”, previendo el fuego interno que condujo a Feanor hasta Tierra Media aún en contra de la voluntad de los Valar, y el cual convirtió en cenizas su cuerpo tras morir durante la Dagor-nuin-Giliath (la Batalla bajo las Estrellas).
El último nombre élfico es el epesse, el cual es tomado por el propio elfo o conferido por sus camaradas como referencia a una cualidad característica o algún episodio en la vida de dicho elfo. Puede que el nombre de Ereinion no suene familiar para muchos, pero sí el nombre que este elfo recibió por el brillo de su lanza en los campos de batalla: Gil-Galad, “Estrella Radiante”. Otro ejemplo es Beleg, quien llegó a ser conocido como Cúthalion o “Arco Firme” debido a su destreza con dicha arma.
Cabe destacar que Aragorn recibió un nombre de la elfa Galadriel: Elessar, “Piedra de Elfo”. No queda claro si este nombre fue un amilesse que profetizaba su firme reinado o un epesse relacionado con la joya Elessar que le entregó la Dama de Lothlórien en nombre de Arwen.

Los Misteriosos Nombres de los Naugrim

Aule hizo desconfiados a los enanos para que pudieran protegerse de los engaños de Melkor, y debido a esta desconfianza no conocemos el nombre verdadero de ningún enano.
Los enanos bautizaban a sus hijos en su lengua natal, el khuzdûl, de la cual no conocemos prácticamente nada ya que los naugrim nunca la enseñaban a extraños. Parece ser, según afirmaciones del propio Tolkien, que esta costumbre de no revelar su nombre verdadero es en parte la razón por la cual los enanos son inmunes a la magia.
Todo enano posee un nombre cuyo origen sería la lengua de otros pueblos, quizás humanos. En la práctica, Tolkien adoptó los nombres de los enanos del Edda Mayor de la mitología escandinava. Igual procedencia tiene el nombre de Gandalf. En uno de los pasajes del Edda podemos leer:
“Modsogner, el jefe / de la raza de los enanos / y también Durin, / fueron creados entonces; / y al igual que los hombres / los enanos en la tierra / fueron creados en el número / que Durin ordenó.” (Edda Mayor, El Origen del Hombre)
No es de extrañar la sonoridad casi infantil de algunos nombres enanos conocidos: Oín, Glóin, Fili, Kili, Balin, Dwalin, Dori, Ori, Nori, Bifur, Bofur, Bombur.
Nombres como Thorin o Dáin fueron utilizados en múltiples oportunidades, por lo cual a muchos enanos se les da un sobrenombre que los diferencia y cuyo origen está vinculado con alguna proeza realizada por el enano en cuestión. Así Thorin Escudo de Roble y Dáin Pie de Hierro ganaron tales epítetos por sus acciones durante la Guerra de Enanos y Orcos (2790-2799 TE).

La Larga Tradición de los Hombres del Oeste

Los Hombres del Oeste siguen un esquema similar al primer nombre de los elfos, es decir, buscan una referencia al vínculo familiar. Las tres casas de los Edain están llenas de ejemplos: los hermanos Hador y Huor tuvieron como hijos a Túrin y Tuor respectivamente. Al parecer este tipo de referencialidad familiar era también utilizada por algunos pueblos Orientales, como se deduce de Bor y sus hijos Borlad, Borlach y Borthand, o Ulfang y sus hijos Uldor, Ulfast y Ulwarth. Cabe también la posibilidad que estos nombres les hayan sido dados posteriormente por historiadores numenoreanos o élficos de acuerdo a sus propios sistemas.
En Númenor el linaje real adopta la tradición de nombrar a sus vástagos con significados altivos. Se vuelve también costumbre entre los reyes tomar un nombre diferente al ser coronados, el cual simbolizaría su reinado y que comenzaba con la partícula quenya “Tar-” (elevado, noble, augusto). Tras la adopción del Adûnaico como lengua oficial esta partícula se cambió por “Ar-” (rey).
En Arnor y Gondor los descendientes de Elendil continuaron con la tradición de tomar un nuevo nombre al ser coronados. En el Reino del Norte no destaca ningún caso en especial, pero sí en el Reino del Sur. Tarostar Rómendacil adoptó su segundo nombre tras las grandes victorias que obtuvo en el Este (Rómen, en quenya). Caso similar ocurre con Ciryaher Hyarmendacil I que derrotó a los Haradrim del Sur (Hyarmen) y Telumehtar Umbardacil quien conquistó el puerto de Umbar.
Tras la separación del Reino del Norte en Arthedain, Rhudaur y Cardolan en 861 TE, comenzó una lucha por la reivindicación territorial por parte de los tres nuevos reinos. En 1349 TE, Argeleb I es coronado y reclama la soberanía total del antiguo Arnor. A partir de entonces todos sus descendientes reciben nombres que inician con la partícula “ar-, ara-” (noble, real) como símbolo de dicho reclamo. Esta tradición fue preservada aún después de la caída del último rey del norte y alcanza a Aragorn II Elessar.
Tras la interrupción del linaje real en Gondor, los Senescales Gobernantes toman el mando del reino. Entre ellos vemos la utilización constante de nombres provenientes de las tres casas de los Edain de la Primera Edad: Húrin, Túrin, Hador, Barahir, Beren, entre otros.
Rohan y sus Antepasados

Los nombres del pueblo rohirrim están marcados por una tradición ecuestre, pero también son testimonio del gran conocimiento del Profesor Tolkien sobre la evolución de la lengua. De acuerdo con la idea que el Profesor tenía sobre la cultura rohirrim, los nombres de la Casa Real de Edoras corresponden a vocablos en anglosajón antiguo, la mayoría con la presencia de la partícula “eoh”, la cual significa caballo. Así Éowyn significa “Gusto por los Caballos”. La misma partícula la encontramos en su hermano, Éomer, y en su padre, Éomund. También hayamos estas partículas familiares en Théoden, cuyo padre era Thengel, su hermana Théodwyn y su hijo Théodred.
Pero Tolkien va más allá con los nombres rohirrim. Entre los Hombres del Norte, ancestros de los rohirrim, encontramos nombres como Vidugavia, Vidumavi, Marhari o Marhwini cuyas raíces son claramente góticas, una de las primeras lenguas germánicas de Europa, y por tanto antecesora del anglosajón.
Los Hobbits y la Importancia de un Apellido

Con los hobbits nos encontramos con el primer pueblo en Tierra Media en utilizar apellidos. Cabe destacar que los nombres hobbits conocidos son en realidad traducciones a la lengua común del hobbítico original. Por ejemplo, el apellido Brandigamo es en realidad una adaptación del hobbítico Brandagamba; y Gamyi proviene del hobbítico Galbasi.
En la Comarca algunas familias adoptan apellidos que hacen referencia a características colectivas, como los Ganapié, los Ciñatiesa, los Tallabuena o los Redondo; mientras que otras familias hacen alusión a sus oficios, como los Arenas que manejan el molino en el río El Agua, o los Manoverde que durante mucho tiempo fueron los jardineros de Bolsón Cerrado.
El apellido Bolsón es un caso interesante ya que hace referencia a la “buena bolsa” de la cual disponía la familia. Recordemos que los Bolsón era una familia bastante acomodada.
En algunos apellidos podemos seguir una evolución histórica. Los Bucca de la Quebrada dieron origen a los Gamoviejo, los cuales se transformaron finalmente en Brandigamo cuando se establecieron en Los Gamos. El apellido Gamyi tiene su origen como Gamwich, transformándose posteriormente en Gammadge y Gammidgy hasta llegar a Gamyi. De la familia Gamyi surgirían después los Jardinero y los Belifante de las Torres.
En la región de Bree los hobbits adoptan apellidos que refieren a la flora del lugar, como Juncales, Madreselva, Matosos, Manzanero y Cardoso. Pero lo más curioso de esta población es que al parecer es también el lugar donde los hombres adoptan la costumbre de utilizar apellidos. Así nos encontramos con Cebadilla Mantecona o Bill Helechal.
De esta manera Tolkien nos sugiere que es en los Hobbits donde podemos encontrar el origen de la actual costumbre de llamarnos con un nombre y un apellido.

sábado, 10 de enero de 2009

El Soldado Tolkien

Autor: Juan José Dobles

“Sólo los locos o imbéciles podrían contemplar sin horror el siglo veinte.” Con estas palabras el Profesor J.R.R. Tolkien comentaría una de las experiencias más duras de su vida: su servicio militar durante la Primera Guerra Mundial. Los días que pasó en las trincheras lo llevarían a preguntarse constantemente sobre la naturaleza del bien y el mal en el ser humano. Una pregunta que rondaría a toda una generación traumatizada por la violencia y los espantos sufridos durante el conflicto bélico que dio inicio a una nueva era en las artes de la guerra.

La Primera Guerra Mundial fue la culminación de una larga carrera armamentista que enfrentó a las grandes potencias comerciales del mundo colonial a lo largo del siglo XIX. Ya a principios del siglo XX las tensiones diplomáticas habían sufrido una escalada provocada por los intereses coloniales de Alemania, Francia y Gran Bretaña en África, el auge del nacionalismo principalmente en Europa Central y Sudoriental, el deseo de desquite de Francia por su derrota en la guerra franco-prusiana y las presiones de Rusia sobre los estrechos de Bósforo y Dardanelos bajo el poder del Imperio Otomano. El primer disparo se escuchó el 28 de junio de 1914, cuando el Archiduque del Imperio Austro-húngaro Francisco Fernando fue asesinado en Sarajevo por un nacionalista serbio. Austria le declaró la guerra a Serbia, mientras que Alemania, aliada a los austriacos, le declaró la guerra a Rusia y a Francia, aliados de Serbia. El 4 de agosto de ese año Alemania violó el territorio belga en un intento por atacar a Francia por el norte, provocando el ingreso de Gran Bretaña en la contienda. En poco tiempo el sistema de alianzas había arrastrado a todas las naciones del continente europeo y al Imperio Otomano dentro de la guerra, la cual se extendió a las colonias europeas en África y Asia.

En 1914 Tolkien disfrutaba sus estudios universitarios y su relación romántica con Edith Mary Bratt, quien había accedido a casarse con él a inicios de 1913. Edith fue bautizada dentro del catolicismo a inicios de año. Desde 1912 Tolkien había recibido entrenamiento mientras formaba parte del Regimiento de Caballería de la King Edward´s School. Al estallar la guerra, Tolkien, su hermano y sus amigos del Tea Club of the Barrovian Society (Christopher Wiseman, R.Q. Wilson y Geoffrey Bache Smith) se enlistaron en el ejército. Sin embargo, Tolkien deseaba terminar sus estudios académicos antes de marchar hacia el frente de batalla. Para cuando el joven Tolkien concluye sus estudios en junio de 1915, varios de los colegios de la Universidad de Oxford funcionan como centros de entrenamiento y hospitales. La población universitaria se ha reducido abruptamente. En julio de ese año comienza su entrenamiento con el 13º Batallón de Fusileros de Lancashire. Allí es instruido como mensajero debido a su facilidad con los idiomas. El 22 de marzo de 1916, al concluir su entrenamiento y ante la inminente orden de enviarlo al Frente Occidental, Tolkien y Edith contraen matrimonio.

El 4 de junio el batallón de Tolkien es enviado a Francia, a la región de Somme. Tolkien es designado Oficial de Información. Allí conoce “el horror animal de la guerra”.

Mucho se ha dicho en nuestros días sobre la Segunda Guerra Mundial, por lo que gran parte de los horrores de la Primera Guerra han quedado trágicamente en el olvido. Para finales de 1914 la guerra de movimiento y avance propuesta por los altos mandos de las potencias había fracasado. El Frente Occidental se estancó en una espantosa guerra de trincheras en la cual nadie lograba ganar terreno. Las condiciones sanitarias eran paupérrimas. Las enfermedades se extendían con facilidad entre los soldados. Algunos historiadores consideran que en Europa perecieron tantos soldados víctimas de las balas como de las enfermedades.

Además, la Primera Guerra Mundial marcó el inicio de la guerra mecanizada, para la cual ninguna nación demostró estar preparada. La ametralladora provocó estragos en el sistema de formaciones utilizado por los ejércitos hasta ese entonces. La caballería también vería pronto su ocaso, eclipsada por la introducción de vehículos de tipo automotor dentro de los frentes de batalla. La artillería evolucionó en poderío, gracias a cañones de largo alcance que permitían bombardear áreas enteras con resultados devastadores. La fuerza aérea también entra en escena y si bien es cierto su uso no fue tan extendido como en la Segunda Guerra Mundial, pilotos como el afamado Barón Rojo alemán se constituyeron en verdaderos nazgul de acero que infundían terror en las tropas de tierra. Pero el mayor horror de la contienda fue la utilización masiva de armas químicas como el Gas Mostaza: nubes de muerte se extendieron por los frentes de batalla asfixiando a los soldados.

Tolkien trata de sobrevivir a la locura que lo rodea escribiendo en sus cuadernos de notas. Algunos de estos bocetos formarán parte de varias de las historias de El Silmarillion. Recibe con regularidad correspondencia de sus amigos en el frente, principalmente Christopher Wiseman y G.B. Smith. De este último recibe una carta que es fundamental en el desarrollo posterior del Profesor Tolkien:

“…estoy seguro que la muerte de uno de esos miembros no puede disolver al TCBS… no puede poner fin a los cuatro inmortales… Es un descubrimiento que comunicaré… antes de salir esta noche… que Dios te bendiga… Que digas las cosas que yo intentaba decir cuando yo no esté para decirlas, si esa es mi suerte.”

Esta es la última carta de Smith antes de morir en el frente de batalla.

Pero la guerra aún no había mostrado lo peor. A mediados de 1916 Alemania lanza una ofensiva sobre Verdún y avanzan hacia el Somme. El ejército británico bombardea las posiciones enemigas para detener el avance. La contraofensiva se completa con la aparición de una novedosa arma aliada: los tanques de guerra. La imagen de estos enormes vehículos blindados capaces de avanzar destruyendo las posiciones defensivas y disparando su cañón indiscriminadamente provoca el terror entre los soldados. Esta sensación será plasmada por Tolkien en sus obras con la aparición de los dragones de Melkor en los frentes de batalla de Beleriand.

La contraofensiva inglesa tiene éxito a finales de año pero Tolkien ya no está en el frente. Aquejado por la “fiebre de trincheras”, una infección contagiada por pulgas y piojos, Tolkien es enviado de regreso a Inglaterra el 8 de noviembre. No ha sufrido ninguna herida, pero los recuerdos de las trincheras lo sumen en profundas depresiones. La muerte de varios de sus amigos del TCBS agrava su larga convalecencia. Edith se muda para estar cerca de él. A principios de 1917, aún convaleciente, Tolkien escribe el primer relato del “Libro de los Cuentos Perdidos”: La Caída de Gondolin, en el cual se narra la trágica pérdida de la ciudad más hermosa de los elfos durante la Primera Edad, aplastada por las tropas del terrible Señor Oscuro Melkor bajo el comando de su lugarteniente Sauron.

Tolkien no regresa al frente de batalla. La guerra termina en 1918. Tolkien no reclama las medallas que le corresponden por su participación en el Frente Occidental ni su pensión por incapacidad. Su patriotismo lo hace considerar que solamente cumplió con su deber.

De la guerra emergen muchos de los temas que han de moldear sus historias posteriores: la lucha por la supervivencia, la pérdida y el dolor por los amigos caídos, el heroísmo de los más humildes, la camaradería como baluarte ante la desesperanza. En El Señor de los Anillos, su descripción del sufrimiento y valentía ante la tragedia de la guerra nos rememoran sus propios recuerdos de Somme. Si bien es cierto que la historia de la Guerra del Anillo se consolida durante la Segunda Guerra Mundial, es la Primera Guerra la que inspira a Tolkien cuando escribe sobre la determinación de los rohirrim en el Abismo de Helm o la valentía de los gondorianos durante el sitio a Minas Tirith.

La Fe y la Esperanza sobresalen siempre en sus textos, aún en los momentos más oscuros. Estos son los valores que le permitieron al Profesor Tolkien sobrevivir a las trincheras, y por tanto son los valores que ayudan a sus personajes de Tierra Media. Tolkien fue testigo de actos de gran coraje y valentía, muchas veces realizados por los soldados de origen más sencillo. No es coincidencia que podamos encontrar estas características en el humilde Samsagaz Gamyi.

Pero Tolkien también tomó conciencia del hecho de haber sobrevivido a la guerra. Al final, la Primera Guerra Mundial truncó la vida a cerca de 9 millones de personas en tan solo 4 años. Tolkien sentía que tenía una deuda con la vida misma y con aquellos cuya luz se vio apagada entre el lodo de las trincheras en toda Europa. En 1918, junto con Christopher Wiseman, edita y publica el libro “A Spring Harvest”, una recopilación de la obra poética de su amigo G.B. Smith.

“Todos muertos, todos putrefactos. Elfos y hombres y orcos. La Ciénaga de los Muertos. Hubo una gran batalla en tiempos lejanos, sí, eso le contaron a Sméagol cuando era joven, cuando yo era joven y el Tesoro no había llegado aún. Fue una gran batalla. Hombres altos con largas espadas, y Elfos terribles, y orcos que aullaban. Pelearon en el llano durante días y meses delante de las Puertas Negras. Pero las ciénagas crecieron desde entonces, engulleron las tumbas; reptando, reptando siempre.” (El Señor de los Anillos, Las Dos Torres, A Través de las Ciénagas)