lunes, 23 de marzo de 2009

La Brillante Estrella de los Numenoreanos

Autor: Juan José Dobles

En artículos anteriores hablamos sobre el mito de la destrucción del Reino de Númenor y su importancia en la obra fantástica de JRR Tolkien (ver artículo "Un Sueño Recurrente"). En el presente artículo queremos extendernos un poco más en el conocimiento de la historia de Númenor, la cual tiene como fuentes los textos de "El Silmarillion" y "Los Cuentos Inconclusos", principalmente.

Durante la época de la Guerra del Anillo, al final de la Tercera Edad, los Dúnedain de Gondor y del Norte aún se hacían llamar “Hombres de Oesternesse”. Aquel apelativo era una referencia al legendario pueblo de los Numenoreanos, quienes gobernaron el reino humano más poderoso que hasta entonces habían visto las regiones del Oeste de Arda. Fueron conocidos y temidos a lo largo de la Segunda Edad y sus soberanos eran llamados Reyes del Mar por los otros pueblos de Tierra Media. Su historia fue la historia del esplendor de los Hombres. Su caída fue el motivo de la Transformación del Mundo.
Sus inicios se remontan a la región de Lindon después de la Guerra de la Cólera. Allí se congregaron los elfos y hombres que huyeron de la destrucción de Beleriand al final de la Primera Edad. Los vestigios de las tres míticas casas de los Edain eran guiados por los dos hijos de Eärendil: Elrond y Elros. Sin embargo, con la decisión de Elrond de formar parte del Destino de los Eldar, los hombres quedaron bajo el liderazgo supremo de Elros.

Se narra que en aquel entonces los Valar decidieron premiar a los Edain por haber luchado al lado de los ejércitos de los Poderes. Fue así como Ossë levantó desde las profundidades del Gran Mar una enorme isla con forma de estrella de cinco picos que ubicó en mitad de las aguas, a medio camino entre Tierra Media y las Tierras Imperecederas de Aman. Aulë se encargó de fortalecer aquel lugar y Yavanna lo enriqueció con sus mejores plantas y árboles. Entonces Eärendil brilló alto en el firmamento y guió a su hijo Elros y al resto de los Edain hasta aquella tierra, la cual fue bautizada con muchos nombres: Andor (la tierra del Don), Elenna (Hacia la Estrella) y Anadûnê (Promontorio del Occidente), que en la lengua élfica se dice Númenórë. Así nació el Reino de Númenor, el cual fue bendecido por los Valar y creció en riquezas y poder bajo el mandato de Elros, su primer gobernante, quien adoptó el nombre de Tar-Minyatur.

Otro regalo recibieron los numenoreanos que los hizo excepcionales entre los hombres de antaño: gran sabiduría y una longevidad extraordinaria, la cual les permitía vivir en promedio más de 200 años, llegando a morir Elros a la muy avanzada edad de 500 años.

El agradecimiento a los Valar y sobre todo a Eru marcó la historia temprana del pueblo numenoreano. En la cumbre de la montaña más alta de la isla, el Meneltarma, se creó un Santuario a Eru a donde sólo podía subir el rey en tres ocasiones solemnes del año. Este santuario era custodiado por los Testigos de Manwë, tres águilas enviadas desde Aman como símbolo de alianza entre los Hombres y los Poderes de Arda. Además, dos de estas majestuosas aves anidaban en la torre del Palacio del Rey en la ciudad capital de Armenelos.

La amistad entre los numenoreanos y los elfos era profunda y a los puertos occidentales de Eldalondë y Andúnië llegaban con regularidad barcos provenientes de Avallonë, en Tol Eressëa, trayendo conocimientos y muestras de afecto para los líderes numenoreanos. Fue así como se sembró en los Patios del Rey el Árbol Blanco Nimloth, vástago de Celeborn, el Árbol Blanco de Eressëa. Esta amistad aumentó en el 600 SE cuando el Capitán Vëantur llevó su barco Entulessë (Retorno) hasta los Puertos Grises de Mithlond, en Tierra Media, donde fue recibido con gran alegría por los elfos noldor Gil-Galad y Círdan.

Númenor pronto se constituyó en una potencia marítima cuyas naves surcaban todo el Oriente del Gran Mar, llegando hasta más allá de Harad y las costas distantes de las tierras del Este. El conocimiento y poder de los numenoreanos aumentó con el pasar de los años, y en 1700 SE su enorme flota, comandada por el Almirante Ciryatur y el heredero al trono Minastir, desembarcó en los Puertos Grises y en el puerto de Lond Daer sobre el río Gwathló para auxiliar a los elfos de Tierra Media, quienes se encontraban sitiados por Sauron tras la guerra que estalló por el control de los Anillos de Poder. Se dice que fue tal la supremacía de los numenoreanos que todo el ejército de Mordor fue rápidamente aplastado y Sauron a penas logró escapar, huyendo lleno de odio y temor frente a un enemigo formidable al que poco había considerado.

A pesar de todo su poder y sabiduría, los numenoreanos no pudieron escapar a la Sombra que comenzó a crecer en ese entonces en los corazones de los hombres. Desde los tiempos de la fundación del reino existía un decreto de los Valar que impedía a los barcos numenoreanos navegar hacia el Oeste. Este decreto se conocía como la Prohibición de los Señores de Occidente, y buscaba evitar que los hombres llegaran a Aman, pues es designio de Eru que el destino de los mortales está más allá de Arda y no en las Tierras Imperecederas. Durante muchos años los numenoreanos obedecieron la prohibición y por ello sus naves se dirigieron siempre al Este, hacia Tierra Media.

Pero en tiempos de Tar-Ciryatan, quien fue coronado en 1869 SE, los hombres de Númenor se manifestaron en contra de la prohibición. El propio Tar-Ciryatan cuestionó a los Valar y se preguntó si la razón de evitar a los hombres llegar a Valinor era negarles la inmortalidad.

Pronto los numenoreanos comenzaron a recelar de los Valar y hablar en contra de ellos. Manwë intentó entonces hacerlos entrar en razón mediante mensajes que envió a través de los elfos de Eressëa, pero esto sólo consiguió que los numenoreanos vieran con malos ojos también a los mensajeros. Sin embargo, la Casa de Andúnië, en la cual también corría la sangre de Elros Tar-Minyatur, aceptó las palabras de los Valar y sus miembros intentaron hacer entrar en razón al rey. Pero la amargura ya había crecido en la Casa Real y Númenor desahogó su inconformidad doblegando a los pueblos de Tierra Media a los que antes había protegido. Tar-Atanamir, hijo de Tar-Ciryatan, inició la búsqueda de los numenoreanos por superar la muerte, y lo que alguna vez fue un don de Eru se confundió con las sombras y el miedo. Y desde entonces los numenoreanos vieron con temor la muerte y se aferraron estúpidamente a los bienes materiales, olvidándose del verdadero sentido de la vida. Tar-Atanamir se negó a entregarle el cetro a su hijo cuando este estuvo preparado para gobernar (como era tradición desde los tiempos de Tar-Amandil, nieto de Tar-Minyatur), y murió en 2221 SE viejo, débil y senil.

Durante el reinado de su hijo Tar-Ancalimon, los numenoreanos se separaron en dos bandos: los llamados Hombres del Rey que apoyaban la actitud de los monarcas contra los Valar y los elfos, y los Elendili (Amigos de los Elfos) también conocidos como los Fieles, que se mantuvieron leales a Valinor y Eru.

Pronto los reyes se volvieron más prepotentes y arrogantes. En 2899 SE fue coronado Ar-Adûnakhor, quien subió al trono con un nombre en adûnaico rompiendo con la tradición. Adûnakhor prohibió el uso y la enseñanza de las lenguas élficas y hostigó a los elfos que llegaban desde Eressëa.

Junto con estos sucesos la vida de los numenoreanos parecía menguar y la vejez los alcanzaba varios años antes de lo que era normal en ese entonces. En 3102 SE, el rey Ar-Gimilzôr comenzó una persecución contra los Elendili, provocando que muchos de ellos tuvieran que huir hasta Tierra Media, buscando refugio en su puerto en Pelargir, en el Anduin. Para mantener vigilada a la Casa de Andúnië, los obligó a trasladarse al puerto de Rómenna, al este de la isla. Los puertos occidentales quedaron abandonados y los barcos blancos de Eressëa nunca más volvieron a Númenor.

El hijo de Gimilzôr, Tar-Palantir, había sido criado bajo el consejo de su madre Inzillbêth, una Fiel sobrina del Señor de Andúnië. Por ello intentó reparar todos los daños que sus predecesores habían hecho y pidió perdón a Eru por la actitud de su pueblo. Pero la mayoría de los numenoreanos no lo apoyaba y más bien dirigían sus corazones a su hermano menor Gimilkhâd, líder de los Hombres del Rey y más parecido a su padre en su actitud contra los Fieles, los elfos y los Valar.

Tras la muerte de Tar-Palantir en el año 3243 SE, el hijo de Gimilkhâd, Pharazôn, obligó a su prima Míriel a casarse con él y de esta forma se proclamó Rey de Númenor, violentando las leyes de sucesión y la prohibición de unión entre parientes cercanos.

Una de las primeras acciones de Ar-Pharazôn fue preparar la guerra contra Sauron, quien había tomado el control de Eriador y se había proclamado Rey de Tierra Media y del Mundo, título que ante los ojos del rey numenoreano sólo le podía corresponder a él mismo.

La enorme flota numenoreana desembarcó en el puerto de Umbar en 3261 SE y un año después Sauron se postró de rodillas ante el rey. Pero el Señor Oscuro tenía ya un plan. Había adoptado la hermosa imagen de Annatar y había dejado el Anillo Único en su torre de Barad-dûr. Ar-Pharazôn llevó entonces a Sauron hasta Númenor en donde lo mantuvo cautivo. Pero Sauron logró ganarse el favor del rey y sus consejeros, y volcó el corazón de los numenoreanos hacia la oscuridad. Ar-Pharazôn se convirtió así en el mayor tirano que hubiese visto el mundo desde los tiempos de Morgoth. El Santuario de Eru fue abandonado y se construyó un gran Templo a Melkor en una colina cercana a Armenelos. El primer fuego de este templo se alimentó de Nimloth, el cual fue talado, y con terrible frecuencia en él también se sacrificó a los últimos Fieles que quedaban en Númenor.

Pero todos estos terribles actos no le bastaron a Sauron, quien envenenó el corazón de Ar-Pharazôn y lo aconsejó a hacerle la guerra a los Valar y así arrebatarles a la fuerza el derecho de los numenoreanos de ser inmortales. En el 3319 SE, Ar-Pharazôn dirigió una gigantesca armada hasta las costas de Aman. Allí desembarcó de su buque insignia, el Alcarondas, y reclamó la beatitud de aquellas tierras en nombre de Númenor. Pero Manwë había dejado la regencia del mundo en manos del propio Eru-Ilúvatar, quien manifestó su gran poder arrebatando las Tierras Imperecederas y la isla de Tol Eressëa del alcance de los hombres y curvando la forma del mundo.

Ar-Pharazôn y todo su ejército fue sepultado en las Cavernas de los Olvidados donde esperarán en deshonra hasta la Última Batalla del Día del Juicio. Su gigantesca flota fue tragada por el abismo que se abrió en el Gran Mar entre las costas de Aman y Númenor, y la isla fue alcanzada por una terrible ola que la anegó totalmente. Así se perdió para siempre la hermosa tierra de Elenna, el poderoso Reino de Númenor, y desde entonces se le llamó Akallabêth, la Sepultada, Atalantë en la lengua de los elfos.
Si bien es cierto este fue el fin de Númenor, no fue el final de la sangre numenoreana, pues esta logró sobrevivir en los Elendili que habían huido a Tierra Media. Y entre estos estaban Elendil, último Señor de Andúnië, y sus hijos Isildur y Anárion, quienes habían zarpado de Rómenna liderando nueve barcos poco antes que zarpara la armada de Ar-Pharazôn hacia Valinor. Todos los barcos lograron llegar a Tierra Media y en uno de ellos Isildur llevaba un retoño de Nimloth que había logrado salvar antes que el Árbol Blanco fuese talado y quemado.

Así se preservó el linaje numenoreano en los reinos de Arnor y Gondor, y así el recuerdo y la gloria de Oesternesse perduró hasta los tiempos de Aragorn II Elessar, no sólo como leyendas y relatos de una gloria perdida, sino también en el valor de los líderes de los Dúnedain, el cual aseguró que la brillante estrella numenoreana se alzara una vez más al inicio de la Cuarta Edad.